Sobre Rodney Arismendi

Rodney Arismendi fue como él sencillamente se definía uruguayo, frenteamplista y comunista. Un revolucionario de nuestro tiempo, un hombre que supo estar a la altura de la conciencia sobre las necesidades de nuestra época, asumiendo todas las responsabilidades que ello implicaba - como le gustaba al parafrasear al Che - poniendo el pellejo detrás de las ideas. Hombre que aportó a entender los caminos de la unidad en la lucha, como condición sin la cual no se podía ni se puede realizar los cambios que nuestro querido país y la patria grande necesitaba y aún necesita. Unidad de la Clase Obrera, unidad del Pueblo, unidad de los frenteamplistas, unidad de los revolucionarios honestos, unidad de los comunistas, esa fue su constante predica y enseñanza. Junto a otros grandes hombres y mujeres como el general Líber Seregni fundaron aquella hermosa fuerza que se llamó Frente Amplio y que hoy se transformó en multitud de Pueblo en marcha tras la perspectiva de ampliar la democracia política y profundizar el cambio social.

En ese proceso estamos, abriendo camino, explorando en la construcción concreta de una nueva realidad, más fraterna, más justa, de desarrollo y felicidad de nuestros pueblos.

Hoy más que nunca la vigencia de su pensamiento es insoslayable junto a tantos aportes individuales y colectivos emergentes de una práctica social, democrática y revolucionaria. Práctica que en el afán de superación nos invita a ampliar y profundizar nuestros conocimientos apelando al intercambio y a las justas conclusiones. Este es nuestro mejor homenaje.

lunes, 14 de junio de 2010

Rodney Arismendi - A LA CLASE OBRERA Y AL PUEBLO ORIENTAL


Fragmentos de un manifiesto del mes de agosto de 1973 distribuido clandestinamente en el país. El mismo analiza el golpe de Estado de junio de ese año, sus antecedentes y la táctica de lucha de las masas para enfrentarlo a partir de la gloriosa huelga general iniciada el mismo día del golpe. Este material fue publicado en marzo de 1979 por Ediciones de Cultura Popular en México, en una recopilación de trabajos de Rodney Arismendi que lleva el título de uno de ellos: “Uruguay y América Latina en los años 70” y por “La resistencia a la dictadura. Cronología documentada”, Tomo I, Montevideo, diciembre de 1989.

Han pasado casi dos meses desde el 27 de junio en que la rosca oligárquica, utilizando como mascarón al señor Bordaberry, traidor a sus juramentos y conspicuo integrante de aquélla, apoyándose en los sectores más reaccionarios de las fuerzas armadas y en los agentes del gobierno brasileño y del imperialismo yanqui, instauró en nuestro país una dictadura derechista desembozada. La vanguardia del proletariado, que ha ocupado con honor su lugar combatiente en el centro de las grandes luchas de nuestra clase obrera y de vastas masas populares que han cubierto este período, cree necesario hacer un balance, evaluar la situación nacional y trazar las perspectivas futuras del combate por libertad, el pan y la soberanía nacional.

Al golpe del 27 de junio, la clase obrera respondió con los admirables quince días de huelga general, que ya ha pasado a ser una de las más gloriosas páginas de la historia de nuestra patria. En torno al eje de la huelga, a la firmeza maravillosa de los obreros, que no lograron quebrantar ni las más duras represiones y amenazas, se desarrollaron miles de acciones de todo el pueblo, que continuaron y continúan más allá del término de aquélla, sin arredrarse ante los atropellos, las prisiones, las torturas, los asesinatos. A todos los trabajadores, jóvenes, intelectuales, mujeres, que supieron estar a la altura de su deber en esos momentos cruciales, hacemos llegar nuestras fervorosas felicitaciones y la convicción de que la batalla así iniciada ha herido profundamente y condenado a muerte a la dictadura y que, con la continuidad, ensanchamiento y profundización de la lucha, abriremos paso a una nueva situación política, en que el pueblo reconquiste sus libertades y derechos, desplace a la rosca del poder e imponga un programa de transformaciones económicas y sociales, con vistas a la instauración de un gobierno popular. (...)

La embestida del 27 no ha conseguido sus objetivos fundamentales. De lo que se trata ahora es de desenvolver organizadamente la lucha, en la nueva etapa, hasta derribar la dictadura, que es la condición previa para toda solución de los problemas de la República.

Ello se logrará sólo por la unión más amplia del pueblo. De la clase obrera, las masas trabajadoras del campo, las capas medias urbanas y rurales, la intelectualidad, los estudiantes, docentes, de “todos los orientales honestos” –tal la postura del Frente Amplio-, unidad militante del pueblo por encima de diferencias ideológicas, filosóficas y políticas; entre frenteamplistas, blancos y colorados, entre militares y civiles, entre religiosos y ateos. No habrá solución tolerando la dictadura y amoldándose a ella, aunque se intente, de una u otra manera, disfrazarla con fraudulenta institucionalidad anti-popular. Ni por la vía de simples pronunciamientos militares sin pueblo. El paternalismo militar, aun el mejor inspirado, no es solución para Uruguay. Tampoco hay solución por el camino de las componendas y las maniobras de algunos viejos políticos burgueses y oligarcas empedernidos que, preocupados por la debilidad política de la dictadura, buscan cambios que, en última instancia, tienden a consolidar el poder de la rosca, manteniendo intacta la raíz de todos los males de la república, que han engendrado la actual situación y de la que germinarán, inevitablemente, nuevas y graves crisis. Como dijera el general Seregni: “Todo con el pueblo organizado, nada a espaldas del pueblo”.

Por eso ante el pueblo oriental se abre un solo camino real: el de la lucha múltiple de la clase obrera y las masas populares por un cambio democrático y patriótico, con sólo dos posibles desembocaduras. Una consiste en la salida política, basada en lo esencial en los seis puntos en que coincidieron el F.A. y el Partido Nacional, que saque del poder a Bordaberry y a quienes lo sostienen y abra un nuevo horizonte a la patria. El empecinamiento de Bordaberry y sus inmediatos aliados en quedarse en el gobierno a pesar de su aislamiento y del descontento general, la radicalización de los métodos represivos, sólo pueden llevar al país a horas aún más duras, a la tiranía sangrienta y a la guerra civil. Es decir, la otra y única alternativa del proceso actual (...)

No obstante, somos conscientes de que la acción popular no puede servir de estribo para el retorno de grupos oligárquicos corruptos, socios ayer del pachequismo, copartícipes de los años de Bordaberry, integrantes de la rosca vende patria y ladrona, llenos de odio contra los trabajadores y la posibilidad de las necesarias transformaciones económico-sociales profundas que el Uruguay necesita. Esta gente, que no movió un dedo contra la dictadura, que aprovecha inclusive la represión anti-obrera para ajustar cuentas en sus empresas en los sindicatos, que está siempre dispuesta a entenderse con la dictadura en materia de reglamentación sindical, de agresión a la enseñanza, como antes estuvieron de acuerdo para el vaciamiento de las instituciones de su contenido más auténticamente democrático. (...)

La clase trabajadora lucha –al frente de las masas populares de todas las tendencias políticas, frenteamplistas, blancos o colorados- por alumbrar una nueva realidad política y no un simple retorno a situaciones prescriptas.

Nueva realidad que será patriótica, es decir: liberadora del dictado imperialista; democrática, es decir: con auténtica participación obrera y popular; avanzada, es decir: dirigida a concluir con caducas estructuras económico-sociales en que se asienta el poder de la rosca, para encarar un auténtico desarrollo del país, inseparable de las reclamaciones sociales y culturales del pueblo. (...)

Por lo tanto, la historia brega por “la libertad” y “contra el despotismo”, no puede separarse de la señera consigna: “Patria Arriba, Rosca Abajo”. Ambas siguen distintivo de nuestro combate. (...)

Claro está: debemos impulsar una amplia y profunda acción de todo el pueblo. Sin sectarismos, es decir: sabiendo a dónde apunta el filo principal de la lucha. No olvidando que todo lo que aísla a la dictadura y agudiza sus contradicciones favorece objetivamente un desenlace democrático; pero sin perder de vista que los sectores oligárquicos y proimperialistas -puestos a la actual situación- temen y odian más a la clase obrera y a la acción independiente de las masas populares que a la dictadura. Y que siempre tenderán, en este terreno, a entenderse con ella explícita y tácticamente. (...)

Por lo mismo, 5 direcciones principales deben presidir la acción de la clase obrera y el pueblo en su conjunto:

1. El acento debe estar en la movilización, unidad y organización, bajo todas las formas, de la clase obrera y las grandes masas de asalariados, protagonistas de avanzada de las actuales luchas agrupados casi totalmente en la C.N.T., y cuya presencia jamás nadie podrá borrar. El protagonismo de la clase obrera es la condición insuperable de un desarrollo avanzado de la situación nacional. Una acertada labor de vanguardia que encabece a las grandes masas y sepa actuar en los diversos planos que las circunstancias ofrecen, la continuidad de la batalla y la concentración en la lucha reivindicativa, aún de la más inmediata, especialmente por salarios, contra los despidos, por la libertad de los presos, darán toda su estatura al valeroso y lúcido proletariado uruguayo. Esta es -repetimos- la primera condición para la desembocadura positiva del proceso nacional.

2. La lucha de los trabajadores y los sectores más avanzados de la población, de primera significación, no basta en todo por sí sola. Debe acompañarse por la afluencia de las masas del campo y del interior del país y de los extensos sectores de las capas medias contemplaron con simpatía la huelga general, pero que deberán enrolarse activamente en la gran acción liberadora de todo el pueblo. La brega por reivindicaciones específicas, vinculadas a la postulación de soluciones a la crisis económico-social que corroe y contra la rosca que estruja y saquea también a las capas medias, responde a los intereses y angustias de pequeños y medianos agricultores, ganaderos, granjeros, decenas de miles de pequeños industriales y comerciantes, de artesanos y trabajadores independientes. El golpe principal de la dictadura se dirige contra la clase obrera y los asalariados en general, con vistas a desvertebrarlos y replegarlos, pero su línea económico-social ataca y saquea a todo el pueblo en beneficio de exclusivos sectores de la rosca y todo el pueblo debe unirse contra esa línea.

3. Más que nunca fundamental forjar la conciencia y unidad militante de todas las fuerzas políticas del pueblo. En el marco de esa unidad, se debe afirmar, vigorizar y elevar el perfil combativo del F.A. que presenta por programa línea política y conducta una avanzada antiimperialista, democrática y popular la más importante creación unitaria de nuestro pueblo, luego de la unificación de la clase obrera. La oligarquía, pero también otras fuerzas políticas de las clases dominantes siempre se empeñaron en debilitar o rebajar el papel político del F.A. como alternativa renovadora del poder popular. Toda concesión en este terreno, todo tributo politiquero a tales maniobras significa, una traición al pueblos frenteamplista y una retrogradación política. Esta afirmación rotunda no contradice la indispensable búsqueda de todos los camino de unidad con los hombres del pueblo, blancos, colorados o sin definición partidista, reclamada por la hora. En este sentido, la declaración de 6 puntos del F.A. y el Partido Nacional fue un aporte fundamental a la lucha por una salida patriótica. Pero esos puntos programáticos promovidos en horas de la heroica huelga general deben transformarse en perspectiva combativa de todo el pueblo, en bandera efectiva de unidad que alinea a las masas populares en todo lugar, incluido todos los ciudadanos que no pertenecen al F.A. ni al Partido Nacional. Así se derrotarán las presiones derechistas que pretenden a transformarlo hoy en letra muerta. (...)

4. La clase obrera no debe claudicar de su auténtica política de principios respecto de las Fuerzas Armadas, tal como se postulara en tantas ocasiones respecto a los problemas uruguayos y latinoamericanos. Esta política, para ser de principios, se sitúa en dependencia de la contradicción fundamental que opone como polos antagónicos e irreconciliables: oligarquía y pueblo: no olvidar, por lo tanto, las contradicciones reales, latentes en las F.F.A.A., y que hoy se desarrollan en el seno de toda la sociedad uruguaya sin excepciones.

Esta concepción presidió la conducta del F.A. en febrero de 1973. Y ella es ajena a toda ilusión respecto al paternalismo militar como a todo “antimilitarismo vulgar” que –más allá de las clases e interese sociales- pretende dividir el país entre civiles y militares. (...)

Esta concepción -auténticamente revolucionaria- rechaza toda actitud de expectativa que paralice al pueblo a la espera de las peripecias del proceso militar. La clase obrera y el pueblo no delegan, ni delegaron nunca, su responsabilidad y desempeño histórico, social y político. Son protagonistas de la gran batalla y no mediatizadas comparsas de otras fuerzas, por otra parte no bien definidas en sus objetivos. Y esta línea independiente es la única manera positiva de colaborar con los militares patriotas y progresistas. (...)

Así se traduce una justa política ante las FF.AA. capaz de distinguir entre el gorila y el militar patriota, aún confuso o equivocado.

5. La lucha contra la dictadura es y debe ser una batalla multiforme de todo el pueblo. No sólo de la clase obrera y los sectores avanzados. Por lo tanto, en ella deberán integrarse todas las formas de la acción popular, de las inferiores a las superiores.

En esta múltiple acción de todo el pueblo, es menester forjar, en sectores cada vez más amplios, el ánimo y la voluntad de combatir en todo los terrenos. Por lo tanto, las ideas de “guardarse para mejor oportunidad” y otras formas de oportunismo que aparecen en ciertas zonas de la izquierda –propensas a aliarse con sectores de la burguesía antes que con la clase obrera- son simples coartadas para la desmovilización y la politiquería. Unión y lucha de todo el pueblo: he aquí la única y auténtica fórmula táctica en esta situación. (...)

La huelga general y la lucha popular

La huelga general que se mantuvo durante quince días –y se proyectó luego en cientos de acciones de resistencia en fábricas, bancos y lugares de trabajo- trastocó profundamente los planes de la reacción, impidió la consolidación de la dictadura. (...) Fue una experiencia de valor inapreciable para cientos de miles de trabajadores. Ella nos permite a todos mirar el futuro y las batallas que vendrán con mayor seguridad y confianza. Tal es el significado principal, histórico, de la huelga, que debe presidir toda apreciación o discusión en torno suyo para no viciarla ni desvirtuarla.

Semejante resultado fue posible porque la clase obrera derrochó heroísmo, firmeza, disciplina, conciencia de clase elevada al plano de una comprensión política profunda de los grandes temas nacionales que estaban en juego: el amor a la libertad, un hondo sentimiento patriótico, la convicción arraigada de que todo el pueblo debe estar firmemente unido para enfrentar a los únicos enemigos reales, la rosca y el imperialismo y quienes lo sirven, la necesidad de transformaciones radicales para solucionar la crisis nacional. Todos esos elementos estuvieron en la base del ejemplar comportamiento de los obreros durante la huelga, incluso en las condiciones más duras de la represión. Fueron los elementos profundamente acuñados en el curso de largos años de experiencia de luchas económicas y políticas de esclarecimiento ideológico, en que la vanguardia del proletariado orientada por el marxismo-leninismo, jugó un papel decisivo. (...)

Naturalmente semejante batalla no podía prolongarse indefinidamente. Los dirigentes sindicales y los trabajadores sabían, al desencadenarla, que en esta etapa no estaban fijados objetivos insurreccionales. Particularmente, la prolongación de la huelga de la clase obrera, sólo con el apoyo militante de algunos sectores avanzados, estaría condenada al fracaso sangriento. Esta lucha, por más que levantaba una bandera esperanzada para todo el pueblo, no estaba en condiciones de derribar la dictadura.

En tales circunstancias, luego de 15 días, cuando sectores del proletariado aspiraban a un retorno organizado al trabajo, la dirección sindical decidió el levantamiento de la huelga, en forma unilateral y en actitud independiente, atendiendo al objetivo principal: preservar las fuerzas combativas para las instancias ulteriores de la lucha. Fue un nuevo golpe asestado al enemigo y frustró sus esperanzas de desgastar y descabezar al movimiento. No está demás consignar que esta medida inteligente de la dirección sindical fue unánimemente compartida y apoyada por otras fuerzas combatientes, en particular, el Frente Amplio y la Federación de Estudiantes. Pese a la ilegalización, la CNT vive y vivirá dirigiendo los futuros combates de la invencible clase obrera uruguaya. La llama encendida por la huelga general ya no podrá apagarse más. (...)

La magna oleada de lucha y resistencia populares que tuvo como punto de partida y eje la huelga general, permite avizorar el futuro con confianza, sabiendo que, cualquiera que sea el precio que haya que pagar, la dictadura está condenada a la derrota. El pueblo vencerá, abriendo condiciones nuevas, propicias para las soluciones de fondo a los problemas que le atormentan y que determinan la actual infelicidad de nuestra patria. (...)

Todo trabajador, todo demócrata, todo patriota, debe volcar el máximo de sus esfuerzos y capacidades para crear las condiciones que permitan que triunfe una salida positiva. Esto no será automático ni fácil. Exigirá probablemente una lucha dura y prolongada, en el curso de la cual no puede excluirse que las fuerzas reaccionarias intenten detener el proceso con golpes desesperados, aún más de derecha que el que instauró la dictadura. Pero la perspectiva general del desarrollo de los acontecimientos es positiva, a condición de que se asiente en un gran combate y movilización populares.

La consigna férrea para todo el pueblo, tiene que ser: ¡Ni un día de tregua a la dictadura, abrumarla sin descanso con mil formas de lucha, golpearla duro con acciones de masas conjuntas en las acciones apropiadas, cumpliendo las decisiones correspondientes con firmeza y disciplina, ganar a las más amplias masas del pueblo y los más diversos sectores sociales y políticos para esta gran lucha por la libertad y el pan! No hay nadie que no pueda hacer algo, grande o pequeño, en aras de esta lucha; hasta al más modesto e inexperimentado hombre o mujer, joven o viejo, puede asignársele una tarea a cumplir, cada uno puede y debe desplegar la imaginación para contribuir a la causa del pueblo. (...)

En esta gran cruzada patriótica está reservado un lugar trascendental al Frente Amplio, el punto de encuentro de las fuerzas políticas más claras y avanzadas. Sin perjuicio de los más extensos acuerdos y alianzas que puedan concertarse para derribar la dictadura, la férrea unidad del Frente Amplio, su desarrollo y trabajo ahincado y constante en el seno del pueblo ahuyentando toda estrechez y sectarismo, son condiciones imprescindibles para la victoria y para ahorrar sacrificios y traspiés en su camino.

En estos días de prueba, cientos y cientos de orientales dan el paso al frente para incorporarse a la vanguardia política del proletariado y a las filas de la juventud. Es una prueba más de la justeza de nuestra causa y de nuestra orientación, así como del coraje y madurez del proletariado y el pueblo uruguayo. Como la clase obrera toda, la vanguardia no fallará. Fortalecer y engrandecer esta vanguardia, convertir a cada uno de sus miembros en un militante organizado, realizando una tarea, por modesta que ella pueda parecer, es una de las condiciones básicas de la victoria.

¡Adelante, hasta el triunfo del pueblo! ¡Que todo el país se convierta en un solo campo de lucha contra la dictadura y la rosca, por la libertad de Seregni y demás presos políticos y sindicales, por las reivindicaciones de los trabajadores, por los puntos de salida a la crisis nacional! ¡Unidad, unidad y más unidad por la libertad, el pan y la dignidad nacional!

Tomado de “La construcción de la unidad de la izquierda” Rodney Arismendi, Ediciones Fundación R. A.

1 comentario:

  1. Felicitaciones...este "rescate" de la memoria tiene una dimensión invalorable...
    Saludos

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