Rodney
Arismendi
Discurso
pronunciado el 19 de abril de 1983 en la Escuela Superior
Karl Marx, de Berlín, RDA, con motivo de la entrega del título Doctor Honoris
Causa en Filosofía
I
Querida
compañera Hanna, estimados representantes del Partido, de las Universidades, de
las ciencias, profesores y estudiantes:
La
compañera Hanna ha hecho muy difícil esta parte de mi tarea. Ella,
destacada científica, Rectora de esta prestigiosa Casa, pero sobre todo
revolucionaria comunista de toda la vida, me ha dicho palabras generosas, que
las comprendo dirigidas a mi pueblo y a mi Partido; estas tienen un relieve
particular y emocionante por pronunciarse en la República Democrática
Alemana, en esta Casa de teoría y práctica por ser formadora de cuadros
revolucionarios y por venir de una persona que merece cariño y respeto como la
compañera Hanna, cuya vida es una muestra característica de las virtudes y el
temple del comunista. Nuestra compañera es admirable por la firmeza de su
historia personal, pero también por el hecho de que durante tantos años, en la
hora de construir el socialismo en las tierras de Carlos Marx, le han dado la
conducción inteligente, aunque dicen que con mano de hierro, de este
prestigioso instituto.
Símbolo de la amistad combatiente de
nuestros pueblos
Comprendo
perfectamente que al otorgarme tan valiosa distinción obran más allá de mi
persona dos motivaciones principales: una, que la recibo con alegría, la
voluntad de homenajear y estimular el combate heroico de nuestro pueblo contra
el fascismo y el imperialismo; de tender una mano cariñosa y fraternal a
nuestro Partido, a sus héroes de la tortura y la clandestinidad, a sus mártires,
a mis compañeros de Dirección, Jaime Pérez, Massera, Altesor, Pietrarroia,
Mazzarovich, León Lev, Rita Ibarburu y otros, que han demostrado sus méritos de
comunistas en hora de pruebas mayores, venciendo la tortura y la cárcel,
tuteándose con la muerte, fieles a su condición de patriotas y
revolucionarios. Y a mis compañeros del exilio, a los cientos de miles de
uruguayos, que distribuidos en treinta países, militan de cara a Uruguay en los
campos de la solidaridad y la unidad y, más concretamente, en las filas de
nuestro Partido. Pero, en segundo término, creo que esta distinción
quiere destacar especialmente los lazos de amistad con el Partido Socialista
Unificado de Alemania, entre nuestros partidos, unificados en la posición común
marxista-leninista, y partes del gran proceso de transformación revolucionaria
del mundo. En verdad, nuestro Partido siente admiración y solidaridad por
el PSUA, continuador de la gran tradición socialista alemana, del Partido
Comunista que encabezara Thálman, de los luchadores que vieron, derrotado el
nazismo, la posibilidad de rescatar una gran porción de la tierra alemana de la
explotación capitalista para transformarla en fuerte baluarte de la comunidad
socialista. Admiramos el trabajo del Partido, de su Dirección, de nuestro
amigo el camarada Honecker; admiramos los muchos méritos de este Partido en la
construcción del socialismo desarrollado, en la firmeza teórica y política que,
a pesar de lo que se atribuye al carácter alemán, se conjugan con la
flexibilidad, con la voluntad de unidad, en el amplio frente de lucha por la
paz, la democracia y la liberación nacional, como acaba de mostrarlo en su
representatividad mundial la reciente Conferencia en homenaje a Carlos
Marx. Pero yo admiro en especial, en este caso hablo personalmente, la
gran obra social e ideal, política e ideológica, para transformar la historia
de Alemania y sus hombres. Honecker, en su importante discurso, recordaba
que de Alemania habían partido las dos guerras mundiales y afirmaba la función
de paz en Europa y el mundo de la República Democrática
Alemana.
Ayer,
en coloquio con importantes científicos, en nuestra peregrinación al
Laboratorio de Einstein, yo recordaba que en el pasado se decía que Alemania
había tenido dos almas; una, la
Alemania laboriosa y creativa, de Münzer, incluso de Lutero,
de Goethe, de Schiller, de Heine, de Thomas Mann y Bertold Brecht, de Bach y
Beethoven, de Durero y Cranach, de los inquietos expresionistas o los pintores
y grabadores inspirados por la lucha obrera, de la filosofía clásica alemana,
de Planck y Einstein, de los grandes luchadores del siglo XIX socialista y
democráticos. Esa Alemania culmina y se supera a sí misma con Carlos Marx
y Federico Engels, que unen el destino de la ciencia, la cultura y el progreso
social, con la misión histórica de la clase obrera, con la teoría y la
perspectiva del socialismo científico o comunismo. Tenía sentido la frase
de Engels, que decía que el proletariado era el heredero de la filosofía
clásica alemana. Es decir, una Alemania que hoy se encuentra a sí misma,
victoriosa y espléndida, cuando el socialismo es obra de todos los días, cuando
se forja de las condiciones materiales de la nueva realidad, cuando es
transformador de la cultura y modificador del hombre mismo. Y la otra
Alemania, medieval, militarista, imperialista, que tuvo su última máscara
horrorosa en la figura de Hitler.
CONFIRMACIÓN HISTÓRICA DEL MARXISMO-LENINISMO
No ha
sido un hecho casual que en este Centenario de Marx haya transcurrido en Berlín
socialista la importante Conferencia en su homenaje. Sólo en la Alemania socialista podía
realizarse tal Conferencia. Alrededor de esa mesa, sin cabecera, estaba
el espejo de la época. Los representantes de los partidos del mundo
socialista que tras la huella de Lenin cambiaron la historia, la expresión
política de la disgregación del mundo colonial y de las luchas liberadoras
nacionales, los representantes de la
Europa avanzada, los exponentes de las fuerzas
revolucionarias más amplias de América Latina, desde la gloriosa Cuba, la nueva
Nicaragua, la pequeña y triunfal isla de Granada, los combatientes armados de
América Central, de El Salvador y Guatemala, los partidos que luchan en
condiciones legales o transitan en los subterráneos de la clandestinidad.
Pero incluso otras fuerzas, socialistas, democráticas, patrióticas. Casi
todas ellas aliadas de los comunistas en la transformación de América.
Destaco en especial la presencia de una notable columna de partidos socialistas
de América Latina. Mas allí también estaban, tímidamente, como un hecho nuevo
de la política mundial, algunos importantes partidos socialdemócratas de
Europa, quizá como preanuncio de las posibilidades de unidad y coincidencia de
sectores políticos muy amplios en la crucial tarea de salvar la humanidad de la
hecatombe nuclear.
Esta
Conferencia adquirió un indudable alcance histórico. El genio de Marx
llena nuestra época, anda en nuestra historia contemporánea, pero esta
Conferencia, en Berlín, más allá de que Marx y Engels hayan nacido en tierra
alemana, solo podría pensarse en una Alemania desnazificada. Reconstruida
material y moralmente, y alineada
en las primeras filas del mundo de la paz, la democracia, la independencia
nacional y el socialismo.
Diciéndolo
sin un ápice de sectarismo, Marx es amplio universal porque es comunista.
No se puede ser comunista sin la amplitud de visión científica, sin la amplitud
de vivir con el pueblo, con las masas y con la clase obrera. Sin el
democratismo profundo e informal, sin la capacidad de diálogo con todas las
fuerzas políticas, como hacía Marx en la Primera Internacional.
Y sin, al mismo tiempo, tener una firmeza asentada en principios. Es
decir, ser comunista. ¡Ser marxista! ¡Ser leninista!
Esta
afirmación hay que proclamarla orgullosamente cuando hay quienes trafican
acerca de una presunta crisis del marxismo.
Es
verdad, que en distintas etapas ciertas conclusiones a que llegaron sectores
del movimiento o el movimiento mismo entraron en crisis. El revisionismo
y la ortodoxia entraron en crisis en la hora de la guerra y la
revolución. También en nuestra historia gloriosa que ha cambiado al
mundo, los comunistas cometimos errores. Cometimos errores por
insuficiencias en la comprensión del marxismo y el leninismo, o por no haber
asimilado -como decía Lenin- la verdadera experiencia de la Revolución Rusa.
Especialmente,
incurrimos en errores dogmáticos y sectarios. También, en ciertos casos,
en nuestro movimiento se han producido divisiones, incluso han ocurrido grandes
tragedias. Pero ¿está en crisis la teoría social que Marx pretendía fuera
capaz de transformar el mundo? ¿Es que no fue capaz de hacerlo? El
marxismo es vivo y creador, florece en todas las mutaciones de nuestro tiempo,
conduce a la lucha en todos los continentes. Asiste al parto de todas las
revoluciones. Por ello está vivo y actuante. Si Marx hubiera
elaborado un sistema perfecto, y el curso de la historia hubiera transitado por
otros caminos, como río de la vida que rompe las cristalizaciones dogmáticas,
el marxismo estaría en crisis.
La
teoría de Marx, continuada por Lenin, abarca las dimensiones de nuestra
época. Preside la planificación socialista. Asiste
metodológicamente al científico de todas las ramas. Da altura política a
la lucha de clase del proletariado, o llama a la emancipación en los tambores
de las tribus africanas, en el comienzo de renacimiento de las milenarias
civilizaciones asiáticas, o en los mil rostros de la segunda independencia de
América Latina.
En
todas las latitudes Marx encabeza el cambio mundial. Con él anda Lenin,
el continuador, el genio político que restauró y desarrolló el marxismo, y
pensó y transformó en praxis la revolución socialista internacional. En
esta relación teórica y práctica, de ciencia y vida, la historia anudó lazos definitivos
e irrompibles entre Marx, Engels y Lenin. Cuando se dice que hoy no puede
haber marxismo sin leninismo, no se plantea una falsa polémica. No es una
afirmación sectaria ni un resabio nostálgico de antiguos militantes de la Internacional Comunista.
Comprender hoy el marxismo es asimilar teórica y metodológicamente todo lo
esencial y permanente del pensamiento de Marx y Engels, a lo que se suma la
experiencia de más de un siglo de compleja y borrascosa lucha de la clase
obrera y los pueblos. En esta historia, centralizada por el protagonismo
del proletariado, se destaca copo una cordillera vertebral la obra y la acción
de Lenin. 'Por su desarrollo teórico del marxismo en el período del
imperialismo y las revoluciones socialistas, y por la victoria de octubre de
1917, pórtico de nuestra época.
Lenin
defendió y restauró las tesis fundamentales de Marx, lo que el mismo Lenin
llamara piedras angulares del marxismo. Lenin confirma a Marx, pero lo
hace de la única manera en que se puede ser marxista, es decir ajeno a toda
dogmatización, consciente de que nuestra teoría no es un dogma, sino un guía
para la acción. Lenin concreta el marxismo, atento a las nuevas
realidades, en su esencia, como una teoría viva, crítica y
revolucionaria. Cambia así las direcciones de la historia.
Lenin
realiza la revolución en Rusia, cuando -como se sabe- Marx y Engels pensaron
que esta comenzaría en Europa, en los países capitalistas más desarrollados y
casi simultáneamente. Sin embargo, la Revolución Rusa
fue en sí misma la más clamorosa comprobación de la teoría y el método de
Marx. Dijo bien Rosa Luxemburgo al asistir a la fundación del Partido
Comunista de Alemania: ¡estamos otra vez bajo la bandera de Marx!
Lenin
entronca directamente con Marx y Engels. Gramsci decía en su elogio a
Lenin que este había triunfado sobre las dos grandes revisiones del marxismo,
el revisionismo y la ortodoxia.
El
revisionismo -que es el autor intelectual de muchas modas reformistas, que se
pretenden actuales -subdividía las "partes" del marxismo, le acoplaba
otras filosofías, otras teorías económicas, se adaptaba en política al
capitalismo y sustituía el objetivo de la revolución por la prédica de
determinadas reformas.
La
ortodoxia, que invocaba a Marx directamente -Lenin decía que Kautsky albergaba
en la cabeza un casillero donde tenía clasificadas todas las citas de Marx- se
apartaba de la dialéctica y el materialismo histórico, para caer en el
determinismo económico; la acción revolucionaria obrera y la función del Partido
se reducía al juego mecánico del condicionamiento económico. Desaparecía
así toda la dialéctica de estructura y superestructura. La lucha de clase dejaba su
papel de motor de la historia. El papel del hombre y del Partido se
volvían quantité négligeable, Llegaba a la aberrante
conclusión que por el atraso de las fuerzas productivas no podía haber
revolución en el mundo colonial, semicolonial, dependiente, sin que antes
hubiera revoluciones socialistas en Europa. La inversión imperialista se
volvía así fuente de progreso, incluso los ejércitos imperialistas eran ungidos
como civilizadores de África, Asia y América Latina.
Lenin
devuelve al marxismo su contenido dialéctico, el papel transformador del
hombre, el carácter crítico y revolucionario de la teoría, el elevado papel de
la política concretada en lucha por la hegemonía de la clase obrera en todas
las revoluciones y la combinación de hegemonía y sistemas de alianzas bajo la dirección del Partido
en la época del imperialismo. Estudiando la singularidad del desarrollo
capitalista tardío de Rusia, Len-in elabora la teoría de la revolución en ese
país. Acuña después la teoría de la revolución socialista internacional,
a partir del estudio de la fase imperialista del capitalismo, como combinación
del socialismo y toda la lucha antimperialista mundial. Todos los cauces
de la lucha revolucionaria en el mundo, democráticos, agrarios,
anticolonialistas, confluyen y se integran en la revolución socialista.
Es lo que pasó a partir de la revolución en Rusia. Son sesenta y tantos años de experiencia
revolucionaria, de edificación socialista, de revoluciones del mundo colonial y
dependiente, de eslabonamiento de la brega democrática y antimonopolista con el
combate histórico de la clase obrera. El leninismo es así, parte, en un
solo cuerpo orgánico, del marxismo. Allí se destaca la firmeza de
principios, pero Marx y Lenin no enseñan fórmulas, no preparan recetas, ni
estatuyen dogmas. Se trata de abarcar la revolución de nuestro tiempo en
su variedad infinita, mucho más en una época en que el socialismo se inserta,
como factor determinante de las tendencias fundamentales del proceso histórico.
Vivimos
en un mundo complejo, un mundo presidido por el cambio socialista, de
liquidación del mundo colonial, de revoluciones en las más variadas formas, a
veces hasta disfrazadas con máscaras religiosas. Al mismo tiempo,
asistimos a la más grande revolución científica y técnica. Pero en este
mundo, donde el hombre ha invadido el Cosmos y desintegrado el átomo, la mayoría
de la humanidad carece de pan, de techo, de asistencia médica y promoción
cultural. Y el imperialismo amenaza transformar el desarrollo de las
fuerzas productivas, y el apogeo de la ciencia y la técnica, en la hecatombe
nuclear. Nunca como hoy resulta tan evidente el papel humanista y
político, de expansión democrática, pacifista, progresista, del socialismo
real. Así ocurre frente a la amenaza de la guerra, frente al atraso y el
subdesarrollo, como en su calidad de espejo, sostén e inspirador del múltiple
proceso en que se inscriben los mejores afanes de la humanidad. En esta
hora, tremenda, podemos decir, compañeros: la historia en sus cambios y en su
complejidad, pero también en sus tendencias materiales e ideales, verifica a
Marx y comprueba a Lenin. Marx y Lenin, comunistas, son a la vez punto de
referencia de todos los mejores postulados y sueños de la humanidad.
II
LOS
DESAFÍOS DE LA ÉPOCA A LA
TEORÍA
Y LA ACCIÓN REVOLUCIONARIA
Permítaseme
que yo, modesto militante revolucionario de un pequeño país, diga que ante los
comunistas, como científicos y como revolucionarios, aparecen, acuciantes, muy
grandes desafíos. Desafíos de la investigación, de la generalización
científica, desafío de una praxis revolucionaria mundial, a veces insólita y
siempre variadísima. Frente al mundo de hoy no hay recetas.
Poseemos una teoría y un método y más de sesenta años de experiencia
revolucionaria muy rica. Con ello debemos trabajar con iniciativa
creadora. No podemos quejamos como Wagner en el drama de Goethe. ¿Qué decía
este personaje? Si todo fuera leer página tras página...
En
verdad, en esta hora de triunfos debemos comprobar ante una realidad que la
misma revolución socialista ha promovido, que todavía nuestro trabajo teórico
retarda. La teoría, siempre, según Lenin, retarda algo de la
práctica. Pero yo me permitiré señalar algunos aspectos que, entre otros,
son verdaderos retos a una mayor y más audaz elaboración teórica de nuestro
movimiento.
VÍAS DE DESARROLLO DE
Primero.- la novedad siempre creciente de los
desarrollos múltiples en el mundo de hoy, comprueba, en lo
esencial, las teorías de Marx y Lenin, y el esfuerzo de los partidos
comunistas, que por varias décadas han sido los únicos promotores de este
amanecer maravilloso. Pese al enorme mérito de nuestra labor teórica y
científica, la vida nos reclama una profundización y generalización teórica más
vasta y audaz del multicolor curso de la revolución contemporánea: de sus vías
de desarrollo, de la emergencia de imprevistas situaciones, de las funciones de
las clases sociales, del papel de la intelectualidad, de las nuevas formas en
que se mueve el mundo donde se ensancha cada vez más la zona de posibles
aliados de la revolución. Vale estudiar la variedad de formas sociales entrelazadas,
por ejemplo, la distancia y contradicción entre nuevas estructuras estatales y
políticas de dirección socialista y el atraso económico milenario o la
pervivencia de arcaicas relaciones sociales y familiares. Parece
necesario un estudio más concreto de la praxis de la vía no capitalista de
desarrollo pensada por Lenin, mucho más frente a un imperialismo que combina
agresividad y violencia con pérfidos modos de penetración económica y
financiera. En este friso gigantesco del cambio mundial se destaca -me
parece- la singular problemática de América Latina, capitalista y dependiente
-no "capitalista dependiente", como dicen algunos inventando un nuevo
modo de producción- en la que se enlazan muy peculiarmente y en un solo proceso
histórico -como lo prueba ya la praxis revolucionaria cursos variados de las
revoluciones democráticas y antiimperialista con la revolución
socialista. Desde luego, en este caso, la principal exigencia teórica nos
apremia a los latinoamericanos.
FORMAS ACTUALES DE DESARROLLO DEL CAPITALISMO
Segundo: Parece indispensable un estudio
más sistemático de las formas actuales de desarrollo del capitalismo,
particularmente en la fase del capitalismo monopolista del Estado. Marx
nos legó un estudio acabado de la formación económica-social capitalista.
Expuso sus leyes de desenvolvimiento, el secreto de la acumulación en función
del trabajo no pagado del obrero, la concentración y centralización del capital
en manos privadas, mientras se acrecienta sin cesar el carácter social de la
producción, etc. Demostró la historicidad de ese régimen, su condena
inexorable y su sustitución por el socialismo a través de la revolución
proletaria. El estudio de Marx, en Crítica de la Economía Política, en El Capital, Gründisse, y
otros trabajos es el fundamento verificado de toda comprensión científica del
funcionamiento del capitalismo y sus leyes de desarrollo. A partir de
ahí, Lenin definió científicamente la fase imperialista, las modificaciones
monopolistas y las relaciones internacionales que el imperialismo
apareja. Sobre esas premisas asentó la teoría del proceso revolucionario
mundial. Lenin llegó a estudiar los comienzos del capitalismo monopolista
de Estado, como fase del período imperialista. Hoy, el capitalismo
monopolista de Estado es fase dominante en los grandes países capitalistas,
incluso se organiza en los tres grandes centros del capitalismo mundial.
Y procura desarrollarse en variadas formas en un mundo donde el socialismo rige
una porción importante del planeta y en donde estalló el sistema colonial.
Las
nuevas manifestaciones de la internacionalización del capital y de la
trasnacionalización de los monopolios, las formas más novedosas de la
penetración y la opresión imperialista, las variaciones en el papel del capital
financiero, las peculiares ensambladuras de los monopolios y el Estado, los
nuevos rasgos de las crisis económicas dentro de la crisis general del sistema,
las repercusiones de la revolución científica y técnica en el marco del
capitalismo monopolista del Estado. . . En fin, podríamos seguir. Toda
esta nueva problemática, que ya tiene importantes antecedentes de estudio
científico en países socialistas y en trabajos marxistas, reclama evidentemente
un análisis crítico e investigador de todo nuestro movimiento, ya que de ese
examen pueden derivar, incluso, conclusiones de carácter estratégico.
Parece que un trabajo de esta índole promueve cuestiones no solo acerca de la
base económica, sino muy particularmente respecto a todo el campo de las superestructuras,
sobre todo en cuanto a la función del Estado, al carácter actual de su máquina
burocrática-militar, así como de los llamados "aparatos ideológicos de
dominación", hoy responsables de la manipulación alienante de la
opinión.
PROBLEMAS ESTRUCTURALES DE LA CLASE OBRERA
Tercero: Estimo obligatorio continuar el
estudio de los problemas estructurales de la clase obrera. Es
indiscutible que la función histórica que Marx asignó al proletariado ha tenido
plena confirmación. Todo lo que se ha escrito acerca de una presunta
reducción de su número y papel, en la producción, o de su adaptación al
capitalismo, como escribieron algunos teóricos de la escuela de Frankfurt,
carece de realidad. A la luz de las cifras, como de toda la investigación
sociológica, se verifica que la clase obrera crece numéricamente, afirma su
función creadora en la producción y aparece más que nunca como
fuerza rectora del cambio revolucionario. Pero la clase obrera actual no
es igual a la inglesa del siglo XIX que Engels examinara, siquiera igual a la
anterior a la segunda guerra mundial. Se modifica en función de las
nuevas formas de explotación y de la tecnificación constante
de la producción. Su relación con la máquina, la técnica y la ciencia, es
otra, aunque esa nueva relación ilustra, obviamente, lo que Marx previera
en Gründisse, el célebre y valioso borrador de
1857-1858. Pero, a la vez, se multiplican en número y variedad los
asalariados; junto al proletariado y víctima de la explotación de los
monopolios aparecen técnicos, cuadros, científicos, trabajadores y sabios de
grandes centros de investigación, a veces adjuntos de los monopolios
gigantescos. La misma miseria de la clase obrera toma otras formas, no
iguales que la miseria negra superviviente en el llamado tercer mundo. El
papel de los científicos, técnicos, intelectuales diversos, ensancha el
potencial campo de la revolución, a la vez que se reduce numéricamente el
campesinado y la población rural en conjunto, que sin embargo sigue siendo una
fuerza motriz de la revolución. Estos fenómenos y otros se señalan
problemáticamente en momento en que el reformismo pervive como fuerza de gran
influencia en la clase obrera de los países imperialistas de Europa o como
tradeunionismo acéfalo en Estados Unidos. En un mundo todo él maduro para
el socialismo los factores subjetivos parecen en singular retardo en algunos
países capitalistas desarrollados respecto a las tendencias objetivas de la
realidad. ¿Es que la revolución socialista es un anacronismo en los países
imperialistas? Pensamos que no. Pero es evidente que de esta
realidad surge un desafío al pensamiento teórico y a la labor política, a la
praxis revolucionaria en conjunto.
LA VARIADA EXPLOSIÓN PROTESTATARIA
Cuarto: La crisis histórica del
capitalismo, enlazada a la crisis económica, financiera, ecológica, moral,
etc., se manifiesta también -en las sociedades capitalistas desarrolladas- como
una variada explosión protestataria de amplias masas de población.
Insurgen los jóvenes, reclaman derechos movimientos feministas, se perfilan
como tendencias los ecologistas; en la literatura y el arte se reflejan y
retractan las más complejas negaciones. Como conjunto es una protesta,
revestida en algunos casos de formas alienadas, pero es un rechazo de las
alienaciones del capitalismo imperialista. Diferente ocurre en América
Latina donde estudiantes e intelectuales, la rebelión juvenil y hasta las ricas
manifestaciones de la canción y la música popular, se integran o confluyen al
gran caudal revolucionario, o andan a sus flancos.
Es
evidente que asistimos a un ensanchamiento del campo de fuerzas que repudian o
se levantan, más o menos confusamente, contra la civilización capitalista,
contra su explotación, su hipocresía, el imperio del consumismo y las
manipulaciones ideales y políticas. Hace crisis la situación de la mujer
y no basta con señalar las insuficiencias del feminismo; es necesario hacer
de los derechos
dé la mujer, con formas nuevas, una bandera de la revolución. Hasta la
religión aparece con nuevos aderezos, con su viejo núcleo fantasmagórico y
alienante, pero también ostentando la impronta de la conmoción social; allí
también el diablo de la lucha de clases metió la cola. La revolución de
nuestro tiempo es más original y complicada de lo que pensábamos. Sobre
todo, es más difícil la ocurrencia de hacer superar al proletariado y demás
trabajadores de los países imperialistas, las trabas ideológicas del
reformismo. Como de otra manera sucede con la religiones y hasta con el
fetichismo en Asia y África. En la historia no obra ningún fatalismo
mecánico; hay que hacer la revolución socialista o antiimperialista, con masas
que pueden ser creyentes o que hasta hoy están enajenadas ideológicamente.
FILOSOFÍA Y CIENCIA
Quinto: Hablando otra vez de la revolución científica
y técnica; la ciencia, como decía Marx, es hoy una fuerza productiva directa,
pero al mismo tiempo crece como nunca la ciencia teórica, es decir, que no se
absorbe totalmente en la definición estricta de fuerza productiva. En
este terreno se perfila como más exigente la determinación de las relaciones
entre la filosofía y la ciencia. Como plantea Engels en Ludwig
Feuerbach, es menester sintetizar los resultados de
todas las ciencias en sus aspectos más generales para que cada ciencia empírica
se transforme en saber teórico. Yo diría, para que la ciencia y la
filosofía no se divorcien, para que no sea verdad la consigna del
neopositivismo de que cada ciencia tiene en sí su filosofía, pero tampoco para
que volvamos a formas especulativas y que el filósofo, con falsa invocación al
materialismo dialéctico, quiera ponerle un corsé al laboratorio y a la
investigación.
Si el
amanecer del capitalismo trajo el descubrimiento de América y cambió la
perspectiva del hombre, la época del tránsito del capitalismo al socialismo
viene acompañada de todos los "milagros": se incursiona en el cosmos,
se desenvuelve la física de la partícula, nacen nuevas ciencias, la renovación
tecnológica es inenarrable, como nunca el hombre aparece en su papel de transformador,
de productor. Con las actuales fuerzas de dominación de la naturaleza
podríamos resolver los problemas vitales. Pero la ciencia vive en un
mundo dividido de la lucha de clases nacional e internacional. En una de
sus partes, la ciencia crece en los institutos pagados por las transnacionales,
el Pentágono y la CIA.
Pero estos piensan solo en la ganancia, en las absorciones imperialistas, en la
amenaza nuclear que puede destruir la humanidad.
No hay
una ciencia proletaria y otra burguesa, pero hay una ciencia que florece en el
socialismo y otra ciencia servilizada por el imperialismo. Lenin nos
enseñó a 1 aprender de todos los científicos más allá de su ideología. Y
esto es así. Pero asimismo la lucha por la supervivencia de la humanidad,
por la paz, es más amplia y capaz de congregar a todas las fuerzas
progresistas. Es un gran dilema actual. Este dilema no oculta, sin
embarro, que el único rencuentro de la aventura científica con el servicio del
hombre lo ofrece el socialismo, es decir, la revolución socialista.
EL MARXISMO COMO EJE DE LA CULTURA CONTEMPORÁNEA
Sexto: Pienso que también en el terreno cultural
surgen nuevos problemas que están retando a la audacia intelectual y la
iniciativa de los comunistas.
El
marxismo es sin duda el eje espiritual de nuestra época; todo lo mejor en la
ciencia, la literatura y el arte, se integra en este eje o gira como una
constelación en torno a él. Comprender esto no es creer que la cultura en
todas sus manifestaciones se reabsorbe esquemáticamente en el marxismo y el
comunismo. Es como una constelación contradictoria -repito la palabra-
cuyo eje es el socialismo, pero en torno al cual giran los frutos de las
revoluciones nacionales y democráticas, de las investigaciones científicas, de
las búsquedas literarias y artísticas, de las inquietudes progresistas de la
humanidad.
Alguna
vez he dicho que persisten ciertos elementos de aislamiento de la cultura
socialista y de la elaboración cultural de los comunistas respecto al conjunto
de esta constelación y respecto al complejo de la mejor cultura
contemporánea. El marxismo-leninismo se enriquece por su autónoma
creatividad, pero también por la interacción dialéctica, crítica, con toda la
investigación científica, con todas las manifestaciones auténticas de la cultura
moderna. En particular, con la variadísima floración artística y
literaria, cultural, incluso con las formas de renacimiento nacional de las
antiguas colonias y semicolonias.
Debemos
recordar lo que Lenin decía en Qué hacer:
“La
conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase
si los obreros no aprenden, basándose en hechos y acontecimientos políticos
concretos y además actuales, a observar a cada una de las otras clases en todas
las manifestaciones de su vida intelectual, moral y política, si no aprenden a
hacer un análisis materialista y una apreciación materialista de todos los
aspectos de la actividad y de la vida cultural de todas las clases, sectores y
grupos de la población.”
El
marxismo fecunda la realidad de la cultura contemporánea, pero ocurre en un
proceso múltiple, que exige una relación dialéctica viva, de crítica y
asimilación, con todos los mejores frutos de la cultura universal. Esto
es muy peculiar en el arte y la literatura. Estos son sin duda un reflejo
social, están impregnados de ideología, tienen que ver directa o indirectamente
con la lucha de clases, pero a la vez son estrictamente una creación
individual. -
Siempre
fue peligrosa la reducción sociológica -ajena a Marx, Engels y Lenin- del arte
y la literatura. Para darnos respuestas específicas en el campo
propiamente de la Estética ,
no basta siquiera la gnoseología del arte. Siempre fue una vulgarización
del marxismo la tentativa de derivar de que el capitalismo está históricamente
en decadencia, un juicio estético de decadentes para muy grandes cultores del
arte y la literatura. Los viejos comunistas recordamos que ya Plejánov
en El arte y la vida social consideraba decadentes a los
impresionistas, y sin embargo la historia de la pintura siguió adelante.
Y grandes renovadores volcaron su empeño en las áreas de la revolución y en la
inquebrantable solidaridad con la Unión Soviética. Conviene preguntamos: ¿por
qué Picasso? ¿por qué Bertold Brecht? ¿por qué Paul Eluard o Aragón? ¿por qué
Neruda? ¿por qué Mayakovski, Siqueiros o Rivera, modificaron las formas y
dimensiones de la pintura, de la poesía o del teatro y fueron militantes
comunistas? Pueden multiplicarse los ejemplos.
No es
correcto que la revolución socialista y el movimiento proletario deban aparecer
como antagonizados con las búsquedas artísticas y literarias. Claro está,
los comunistas preferimos que los artistas y escritores participen con su obra
en la creación heroica de la revolución. Entre otros antecedentes, en la
nueva Alemania, se insertan Kokoschka y los expresionistas, aunque ésta se
exprese más acabadamente en Nagel o Hans Grundick o en las múltiples búsquedas
de la actual floración cultural del socialismo triunfante.
En
América Latina, la literatura y el arte -la mejor literatura y el arte- ya no
son solo espejos de la revolución, como decía Lenin de Tolstoi, son también
factores activos del gran cambio revolucionario al que asistimos. No solo
porque los mejores escritores y artistas militan en la izquierda, sino también
porque en formas ricas y creadoras dan nacimiento a un nuevo realismo que
directa o indirectamente integra la dinámica transformadora del
continente. En la Cuba
revolucionaria, hombres como Lam, han vivificado las originarias técnicas
surrealistas con la expresión del alma de un caribe convulso; se han puesto al
servicio de la revolución. No ha sido esta una actitud casual de artistas
más o menos geniales. Es el mismo proceso que en su tiempo alineó a los
muralistas mexicanos y corresponde al gran ejemplo que da la narrativa actual
de América Latina. Europa capitalista -siempre tan eurocentrista-
despierta un día enterándose que un nuevo Premio Nobel se asigna a América
Latina; se trata de Gabriel García Márquez, amigo de Cuba, solidario con
nuestras revoluciones, fundador de un instituto de solidaridad con los
perseguidores del fascismo y best-seller en varios
continentes. Sin simplismos forzados, ni gruesas acotaciones políticas,
García Márquez, como otros componentes de la narrativa latinoamericana, apresan
en la forma peculiar de la gran novela y el cuento, el drama de un continente
en llamas. Los críticos llaman a esta nueva literatura latinoamericana
"realismo mágico" o "realismo maravilloso "; con sus
elementos "mágicos" esa literatura es parte sustancial de nuestra
revolución.
HISTORIOGRAFÍA DEL MOVIMIENTO COMUNISTA
Séptimo: Pensamos que es necesario afrontar con
mayor audacia la historiografía del movimiento comunista. La historia de
nuestro movimiento es una empresa gloriosa. Es la columna vertebral de la
grandiosa transformación del hombre y de las cosas; es una historia de
mártires, de heroísmos, de forja de cuadros excepcionales y caracteres hermosos
y poderosos. Durante esa épica,
a veces cometimos errores; aquí sí que digo bien en plural: cometimos
errores. Soy comunista desde la adolescencia, por lo tanto cometí errores
propios o compartí errores de mi Partido o de todo el movimiento comunista
internacional. Pero nuestra historia es gloriosa y básicamente
triunfante, no necesitamos por tanto una historiografía maniquea, en blanco y
negro, nos alcanza con describir la historia real. Son tantos los méritos
históricos de nuestro movimiento que no tememos mirarnos a la cara en el
espejo, apuntando incluso nuestros propios errores. Además, si no lo
hacemos nosotros falsificarán esa historia nuestros enemigos.
Toda la
fama del profesor Carr consiste en su pertinaz presentación de relatos
seudobjetivos sobre el comunismo y la Internacional. En el fondo, como es moda
incluso en algún sector de nuestro movimiento, presentarán los anales del
comunismo como un itinerario de errores y tragedias. Lo hacen así por
sistema los publicistas de la socialdemocracia, para limpiar su pasado y no
afrontar las obligaciones de su presente. Escriben una historia maniquea
al revés. Tergiversan todo: desde la descripción de la Revolución de Octubre
hasta la Resistencia
europea, desde la construcción del socialismo hasta la presentación de la lucha
política actual. Lo malo es que a esa faena de falsificación o de
caricatura, contribuyen a veces ciertos presuntos renovadores que sepultan allí
su propia identidad de comunistas. Pero tenemos que tener conciencia
crítica que a ello, indirectamente, contribuyen también nuestras
inhibiciones. Marx decía que las revoluciones contemporáneas se
diferenciaban de las del pasado por hacer su permanente autocrítica. Y
Lenin señalaba, que si -en- vez de uno cometemos diez mil errores en el camino
histórico de modificar milenios de explotación social, estos errores son explicables.
Debemos rechazar la autosatisfacción beata, necesitamos exigirnos a nosotros
mismos. Una gran parte del mundo sigue en manos del imperialismo.
La guerra amenaza. Los pueblos insurgen contra el imperialismo por
múltiples caminos. Solo nosotros podemos congregarlos. Para ello
tenemos que superarnos. Tenemos que exigirnos, tenemos que afirmar en la
práctica, que la teoría de Marx es por esencia crítica y revolucionaria, como
indicaba Lenin.
III
NECESIDAD
DE UN AUTÉNTICO DEBATE TEÓRICO Y POLÍTICO
Permítanme
todavía algunas palabras finales. Creo que la hora del movimiento
comunista reclama un auténtico debate teórico y político. Tenemos buenas
relaciones con todos los partidos, nos apreciamos de una relación fraternal con
el Partido Comunista Italiano, al que respetamos y con el que tenemos algunas
divergencias teóricas. Queremos la unidad del movimiento comunista.
Creemos que se debe utilizar una metodología de debate científico, sin riñas y
sin insultos; pero es necesario debatir. Lenin decía que sin - debate
teórico la misma teoría se vuelve morgue. Existe, por ejemplo, el llamado
eurocomunismo, que es una tendencia y una realidad. Debemos explicarnos
frente a esa tendencia como ante todas las contradicciones que surgen en la
vida.
Habitualmente
se dice que las divisiones en nuestro movimiento reflejan, de una peculiar
manera, la extensión del movimiento mismo, la variedad de sus historias, de sus
vías de desarrollo, etc. Esto en parte es verdad. Pero es media
verdad. El mundo de hoy, en sus desafíos, promueve cantidad de problemas
a los que hay que dar' les una respuesta crítica y
revolucionaria. Pero la verdad siempre es concreta.
Muy
sucintamente: ¿cómo apreciamos el fenómeno del eurocomunismo?
Tal
cual decía Lenin de los anarquistas, el eurocomunismo nace aparentemente como
un castigo por los pecados dogmáticos y sectarios de nuestro movimiento.
El eurocomunismo surge reivindicando el original concepto leninista de
diversidad de vías al socialismo. Afirma que no hay modelos cristalizados
de revolución o sociedad socialista. Que el curso de cada país está
signado por su singularidad histórica; ninguna revolución es idéntica a
otra. Las características históricas nacionales se integran como dato
objetivo en el curso de las revoluciones contemporáneas. El eurocomunismo
reclamaba tomarlas en cuenta sobre todo en el plano político. Promovía
construir con audacia el sistema de alianzas de la clase obrera, advertir los
más variados matices políticos, y elaborar una estrategia para ciertos países
capitalistas desarrollados, propia de períodos del lento desarrollo
social. En cuanto a las relaciones internacionales reivindicaba la
independencia y autonomía de la elaboración de cada partido.
Es
decir, en sus comienzos esta tendencia se presenta aparentemente como respuesta
a viejos planteamientos dogmáticos, criticados y autocriticados en el XX
Congreso del PCUS, y como un esfuerzo hacia la búsqueda y la renovación.
Refleja determinados procesos objetivos de Europa, a la vez de refractar una
hora política dramática del movimiento comunista internacional.
Desde
el punto de vista de las bases objetivas, conviene recordar la realidad de
Europa Occidental. Desde el punto de vista político, la derrota del
nazismo aparejó la extensión del socialismo a varios países, precipitó la
disgregación del sistema colonial y el avance impetuoso que continúa hasta hoy,
de las revoluciones democráticas y socialistas en Asia, África y América
Latina. En la Europa
capitalísticamente más desarrollada, en verdad países imperialistas, la
revolución pareció detenerse a pesar del enorme papel de los partidos
comunistas en la
Resistencia y del gran desarrollo de algunos de ellos.
Los procesos políticos se hicieron más complejos y lentos, más morosos y
zigzagueantes. Y ello gravitó sin duda, a veces no sin razón, sobre las
ideas tácticas que fueron creciendo hasta parecer devorarse la estrategia, para
finalmente afectar la propia identificación teórica. Desde el ángulo
económico y social, después de las destrucciones de la guerra, Europa
Occidental entró en un proceso de reconversión económica, estimulada por las
grandes exportaciones de capital de Estados Unidos y por el comienzo de
aplicación de la revolución
científica y técnica. A pesar de las contradicciones y de las crisis
sucesivas, el capitalismo monopolista de Estados se extiende aparentemente
todopoderoso, y se produce, pese a todo, nuevos desarrollos capitalistas.
Europa Occidental se vuelve uno de los tres grandes centros del capitalismo
mundial. Las clases capitalistas se ven obligadas a concesiones a los
trabajadores, a la vez de producirse cambios en la estructura de la clase
obrera, en la distribución de la población y en el papel de la
intelectualidad. Los resultados de la guerra mundial, que en algunos
casos equivalieron a un cambio democrático profundo, llevan a formas políticas
más amplias que la clase obrera y las masas defienden y buscan ensanchar y
profundizar. En el plano político, pero también teórico, se producen
búsquedas y debates, pero asimismo madura una tendencia a la adaptación a las
nuevas realidades del capitalismo monopolista de Estado. Comienza a
vigorizarse una estrategia en la que se opaca la idea de la revolución
socialista sustituida por la perspectiva de la posible transformación del
capitalismo según un proceso intrínseco de reformas estructurales capaces de
abarcar la sociedad toda, en particular el Estado.
Los
debates autocríticos abiertos por el XX Congreso del PCUS, muchas veces
confusos y mal conducidos, nutren una actitud peyorativa hacia los países
socialistas, en aras de un invocado socialismo que será democrático y
civilizado. Se trataría de superar no solo la quebrada vía
socialdemócrata, sino también la ruta leninista Pon vistas a un nuevo y más
auténtico socialismo que -faltaba más- estaba llamado a nacer en la Europa desarrollada.
En los
prolegómenos de este proceso, que no estoy presentando en rigurosa cronología,
asoma, en forma traumatizante, la segregación china. La bandera de los
dirigentes chinos era, entonces ultradogmática, sectaria y con vetas
nacionalistas. La otra cara europea enarbola el pavés de la amplitud, de
la búsqueda política, de la apropiación de la democracia burguesa y sus
instituciones, del vínculo con las masas, del carácter de masas del propio
partido. A veces, estos planteamientos eran básicamente certeros en el
plano político y se acompañaban de una rica experiencia de trabajo con todo el
pueblo y de ejercicio del arte de la política. Pero, a través de todo
esto, comienza a derramarse una corriente que va haciendo del movimiento un fin
en sí y del avance táctico un sucedáneo del objetivo final. Así se
desmontan tesis teóricas identificatorias del marxismo y el leninismo,
conceptos revolucionarios fundamentales acerca del poder, del contenido de
clase del Estado y de la ineludibilidad de la transformación
revolucionaria. La posibilidad de una vía relativamente pacífica se
estatuye como certidumbre de un curso obligatorio en todo país capitalista
desarrollado y se la presenta en la práctica, como un modelo de la mejor
alternativa socialista y democrática. Así, se lo teorice directamente o
no, el socialismo en su versión "democrática" solo puede ser fruto de
la sucesiva o simultánea aplicación de reformas acompañadas de la captación por
dentro, política y moral, de la sociedad burguesa.
De
estos juicios derivan enfoques negativos y a veces diatribas para el socialismo
real o en camino, como perspectiva en muchos países. Ya no se trata de
repugnar modelos o de no tener una actitud acrítica frente a la difícil empresa
de edificar el socialismo; ahora se pasa, prácticamente, a oponer las
postuladas vías al socialismo de algún país en Europa, a las vías ya
transitadas por las revoluciones triunfantes. Se pasa pues a transformar
en modelo, la ruta del socialismo proclamada como necesaria en determinado país
de Europa. La expresión democracia pasa a manejarse como un concepto
abstracto absoluto y no como una forma institucional histórica.
El
mismo proceso de reversión se produce con la exigencia de autonomía o
independencia de los partidos. Se pasa a creer que un partido es autónomo
e independiente si se distancia de los partidos del socialismo real.
De la
estrategia de Gramsci, que hablaba de la guerra de posiciones en determinados
períodos del desarrollo social, se pasa a erigir la guerra de posiciones en el camino real y único de la
transformación social. Y no entro a discutir lo que es la esencia en la
teoría de Marx y Lenin, la toma revolucionaria del poder, el gobierno de la
clase obrera y sus aliados, se llame o no dictadura del proletariado. El
nombre no es lo más importante, aunque sí el contenido, como lo subraya Marx en
la carta a Weydemeyer o en la formulación programática de la Crítica
del programa de Gotha.
Nos
parece evidente la necesidad de un gran debate teórico al estilo de Marx, de
Lenin, incluso de Gramsci y la admirable Rosa Luxemburgo.
IV
MARX,
LENIN Y AMÉRICA LATINA
Marx y Lenin ya iniciaron su marcha
triunfal en América Latina. En una pequeña isla Con forma de caimán, la
revolución comenzó democrática y antiimperialista y se tomó socialista
encabezada por Fidel. La Revolución Cubana , con todas sus singularidades,
confirmó a Marx y Lenin. Debemos saber que, para los dogmáticos, la Revolución Cubana
fue un escándalo teórico como en su tiempo lo fuera la Revolución Rusa y
el leninismo; entonces rodaron por el polvo todas las togas de los próceres de la Segunda Internacional.
Pero asistimos ya a otras revoluciones siempre renovadoras. . . ¡Cuánto nos
ofrece de creador, a la luz del marxismo y el leninismo, la victoria sandinista
en Nicaragua! O la revolución en Granada o los procesos de las luchas armadas
en el continente. En mi discurso en la Conferencia , dije que a Marx se lo estaba
celebrando con las armas de la crítica, pero también con la crítica de las
armas que arden en varios continentes.
América
Latina y el Caribe viven el ejemplo de todas las formas de lucha. Legales
e ilegales, armadas, parlamentarias, de defensa y desarrollo de las
instituciones democráticas, de amplitud política extrema o de difícil y sacrificada
clandestinidad.
El
mismo proceso revolucionario y democrático alcanza niveles diversos. Cuba
marcó la hora fundamental de viraje histórico. Los pueblos del continente
están en movimiento. En el sur, los gobiernos de tipo fascista al
servicio de Washington, se resquebrajan a los golpes de la lucha interna y de
la solidaridad internacional. En
Bolivia
triunfó la democracia. Además un muy amplio movimiento de condena al
fascismo, de denuncia de la política Reagan abarca a sectores patrióticos,
nacional reformistas, socialistas, socialdemócratas y comunistas, religiosos y
laicos, determinando muy vastas formas de unidad y convergencia en búsqueda de
la autodeterminación económica y política. Allí se enlazan, en amplitud,
extensas corrientes patrióticas y democráticas con combativos frentes
revolucionarios. Se eleva el papel de los partidos comunistas y las
fuerzas revolucionarias antiimperialistas. Nuestra revolución marcha con Marx
y Lenin porque va siendo creación heroica como lo reclamaba José Carlos
Mariátegui.
Nuestra
lucha se libra con un enemigo feroz y pérfido, el imperialismo de Estados Unidos, principal
amenaza a la paz y pretendido gendarme mundial. Con una u otra forma, con
victorias y derrotas, la lucha de América Latina será dura y difícil, pero ya
comenzó a contabilizar sus victorias. Desde el río Grande hasta la Antártida , desde los
picos andinos hasta las márgenes del Plata, clarines de amanecer anuncian la
segunda guerra de independencia. Allí van los libertadores de América,
los de la primera independencia, pero esta vez, con ellos, andan Marx y Lenin,
símbolos de la nueva época, de la primavera socialista del mundo.
Fuente:
Rodney Arismendi. Marx y los desafíos de la época y cinco trabajo más. Ediciones
LA HORA , 1985. Montevideo,
Uruguay.