Sobre Rodney Arismendi

Rodney Arismendi fue como él sencillamente se definía uruguayo, frenteamplista y comunista. Un revolucionario de nuestro tiempo, un hombre que supo estar a la altura de la conciencia sobre las necesidades de nuestra época, asumiendo todas las responsabilidades que ello implicaba - como le gustaba al parafrasear al Che - poniendo el pellejo detrás de las ideas. Hombre que aportó a entender los caminos de la unidad en la lucha, como condición sin la cual no se podía ni se puede realizar los cambios que nuestro querido país y la patria grande necesitaba y aún necesita. Unidad de la Clase Obrera, unidad del Pueblo, unidad de los frenteamplistas, unidad de los revolucionarios honestos, unidad de los comunistas, esa fue su constante predica y enseñanza. Junto a otros grandes hombres y mujeres como el general Líber Seregni fundaron aquella hermosa fuerza que se llamó Frente Amplio y que hoy se transformó en multitud de Pueblo en marcha tras la perspectiva de ampliar la democracia política y profundizar el cambio social.

En ese proceso estamos, abriendo camino, explorando en la construcción concreta de una nueva realidad, más fraterna, más justa, de desarrollo y felicidad de nuestros pueblos.

Hoy más que nunca la vigencia de su pensamiento es insoslayable junto a tantos aportes individuales y colectivos emergentes de una práctica social, democrática y revolucionaria. Práctica que en el afán de superación nos invita a ampliar y profundizar nuestros conocimientos apelando al intercambio y a las justas conclusiones. Este es nuestro mejor homenaje.

lunes, 14 de junio de 2010

Rodney Arismendi - A LA CLASE OBRERA Y AL PUEBLO ORIENTAL


Fragmentos de un manifiesto del mes de agosto de 1973 distribuido clandestinamente en el país. El mismo analiza el golpe de Estado de junio de ese año, sus antecedentes y la táctica de lucha de las masas para enfrentarlo a partir de la gloriosa huelga general iniciada el mismo día del golpe. Este material fue publicado en marzo de 1979 por Ediciones de Cultura Popular en México, en una recopilación de trabajos de Rodney Arismendi que lleva el título de uno de ellos: “Uruguay y América Latina en los años 70” y por “La resistencia a la dictadura. Cronología documentada”, Tomo I, Montevideo, diciembre de 1989.

Han pasado casi dos meses desde el 27 de junio en que la rosca oligárquica, utilizando como mascarón al señor Bordaberry, traidor a sus juramentos y conspicuo integrante de aquélla, apoyándose en los sectores más reaccionarios de las fuerzas armadas y en los agentes del gobierno brasileño y del imperialismo yanqui, instauró en nuestro país una dictadura derechista desembozada. La vanguardia del proletariado, que ha ocupado con honor su lugar combatiente en el centro de las grandes luchas de nuestra clase obrera y de vastas masas populares que han cubierto este período, cree necesario hacer un balance, evaluar la situación nacional y trazar las perspectivas futuras del combate por libertad, el pan y la soberanía nacional.

Al golpe del 27 de junio, la clase obrera respondió con los admirables quince días de huelga general, que ya ha pasado a ser una de las más gloriosas páginas de la historia de nuestra patria. En torno al eje de la huelga, a la firmeza maravillosa de los obreros, que no lograron quebrantar ni las más duras represiones y amenazas, se desarrollaron miles de acciones de todo el pueblo, que continuaron y continúan más allá del término de aquélla, sin arredrarse ante los atropellos, las prisiones, las torturas, los asesinatos. A todos los trabajadores, jóvenes, intelectuales, mujeres, que supieron estar a la altura de su deber en esos momentos cruciales, hacemos llegar nuestras fervorosas felicitaciones y la convicción de que la batalla así iniciada ha herido profundamente y condenado a muerte a la dictadura y que, con la continuidad, ensanchamiento y profundización de la lucha, abriremos paso a una nueva situación política, en que el pueblo reconquiste sus libertades y derechos, desplace a la rosca del poder e imponga un programa de transformaciones económicas y sociales, con vistas a la instauración de un gobierno popular. (...)

La embestida del 27 no ha conseguido sus objetivos fundamentales. De lo que se trata ahora es de desenvolver organizadamente la lucha, en la nueva etapa, hasta derribar la dictadura, que es la condición previa para toda solución de los problemas de la República.

Ello se logrará sólo por la unión más amplia del pueblo. De la clase obrera, las masas trabajadoras del campo, las capas medias urbanas y rurales, la intelectualidad, los estudiantes, docentes, de “todos los orientales honestos” –tal la postura del Frente Amplio-, unidad militante del pueblo por encima de diferencias ideológicas, filosóficas y políticas; entre frenteamplistas, blancos y colorados, entre militares y civiles, entre religiosos y ateos. No habrá solución tolerando la dictadura y amoldándose a ella, aunque se intente, de una u otra manera, disfrazarla con fraudulenta institucionalidad anti-popular. Ni por la vía de simples pronunciamientos militares sin pueblo. El paternalismo militar, aun el mejor inspirado, no es solución para Uruguay. Tampoco hay solución por el camino de las componendas y las maniobras de algunos viejos políticos burgueses y oligarcas empedernidos que, preocupados por la debilidad política de la dictadura, buscan cambios que, en última instancia, tienden a consolidar el poder de la rosca, manteniendo intacta la raíz de todos los males de la república, que han engendrado la actual situación y de la que germinarán, inevitablemente, nuevas y graves crisis. Como dijera el general Seregni: “Todo con el pueblo organizado, nada a espaldas del pueblo”.

Por eso ante el pueblo oriental se abre un solo camino real: el de la lucha múltiple de la clase obrera y las masas populares por un cambio democrático y patriótico, con sólo dos posibles desembocaduras. Una consiste en la salida política, basada en lo esencial en los seis puntos en que coincidieron el F.A. y el Partido Nacional, que saque del poder a Bordaberry y a quienes lo sostienen y abra un nuevo horizonte a la patria. El empecinamiento de Bordaberry y sus inmediatos aliados en quedarse en el gobierno a pesar de su aislamiento y del descontento general, la radicalización de los métodos represivos, sólo pueden llevar al país a horas aún más duras, a la tiranía sangrienta y a la guerra civil. Es decir, la otra y única alternativa del proceso actual (...)

No obstante, somos conscientes de que la acción popular no puede servir de estribo para el retorno de grupos oligárquicos corruptos, socios ayer del pachequismo, copartícipes de los años de Bordaberry, integrantes de la rosca vende patria y ladrona, llenos de odio contra los trabajadores y la posibilidad de las necesarias transformaciones económico-sociales profundas que el Uruguay necesita. Esta gente, que no movió un dedo contra la dictadura, que aprovecha inclusive la represión anti-obrera para ajustar cuentas en sus empresas en los sindicatos, que está siempre dispuesta a entenderse con la dictadura en materia de reglamentación sindical, de agresión a la enseñanza, como antes estuvieron de acuerdo para el vaciamiento de las instituciones de su contenido más auténticamente democrático. (...)

La clase trabajadora lucha –al frente de las masas populares de todas las tendencias políticas, frenteamplistas, blancos o colorados- por alumbrar una nueva realidad política y no un simple retorno a situaciones prescriptas.

Nueva realidad que será patriótica, es decir: liberadora del dictado imperialista; democrática, es decir: con auténtica participación obrera y popular; avanzada, es decir: dirigida a concluir con caducas estructuras económico-sociales en que se asienta el poder de la rosca, para encarar un auténtico desarrollo del país, inseparable de las reclamaciones sociales y culturales del pueblo. (...)

Por lo tanto, la historia brega por “la libertad” y “contra el despotismo”, no puede separarse de la señera consigna: “Patria Arriba, Rosca Abajo”. Ambas siguen distintivo de nuestro combate. (...)

Claro está: debemos impulsar una amplia y profunda acción de todo el pueblo. Sin sectarismos, es decir: sabiendo a dónde apunta el filo principal de la lucha. No olvidando que todo lo que aísla a la dictadura y agudiza sus contradicciones favorece objetivamente un desenlace democrático; pero sin perder de vista que los sectores oligárquicos y proimperialistas -puestos a la actual situación- temen y odian más a la clase obrera y a la acción independiente de las masas populares que a la dictadura. Y que siempre tenderán, en este terreno, a entenderse con ella explícita y tácticamente. (...)

Por lo mismo, 5 direcciones principales deben presidir la acción de la clase obrera y el pueblo en su conjunto:

1. El acento debe estar en la movilización, unidad y organización, bajo todas las formas, de la clase obrera y las grandes masas de asalariados, protagonistas de avanzada de las actuales luchas agrupados casi totalmente en la C.N.T., y cuya presencia jamás nadie podrá borrar. El protagonismo de la clase obrera es la condición insuperable de un desarrollo avanzado de la situación nacional. Una acertada labor de vanguardia que encabece a las grandes masas y sepa actuar en los diversos planos que las circunstancias ofrecen, la continuidad de la batalla y la concentración en la lucha reivindicativa, aún de la más inmediata, especialmente por salarios, contra los despidos, por la libertad de los presos, darán toda su estatura al valeroso y lúcido proletariado uruguayo. Esta es -repetimos- la primera condición para la desembocadura positiva del proceso nacional.

2. La lucha de los trabajadores y los sectores más avanzados de la población, de primera significación, no basta en todo por sí sola. Debe acompañarse por la afluencia de las masas del campo y del interior del país y de los extensos sectores de las capas medias contemplaron con simpatía la huelga general, pero que deberán enrolarse activamente en la gran acción liberadora de todo el pueblo. La brega por reivindicaciones específicas, vinculadas a la postulación de soluciones a la crisis económico-social que corroe y contra la rosca que estruja y saquea también a las capas medias, responde a los intereses y angustias de pequeños y medianos agricultores, ganaderos, granjeros, decenas de miles de pequeños industriales y comerciantes, de artesanos y trabajadores independientes. El golpe principal de la dictadura se dirige contra la clase obrera y los asalariados en general, con vistas a desvertebrarlos y replegarlos, pero su línea económico-social ataca y saquea a todo el pueblo en beneficio de exclusivos sectores de la rosca y todo el pueblo debe unirse contra esa línea.

3. Más que nunca fundamental forjar la conciencia y unidad militante de todas las fuerzas políticas del pueblo. En el marco de esa unidad, se debe afirmar, vigorizar y elevar el perfil combativo del F.A. que presenta por programa línea política y conducta una avanzada antiimperialista, democrática y popular la más importante creación unitaria de nuestro pueblo, luego de la unificación de la clase obrera. La oligarquía, pero también otras fuerzas políticas de las clases dominantes siempre se empeñaron en debilitar o rebajar el papel político del F.A. como alternativa renovadora del poder popular. Toda concesión en este terreno, todo tributo politiquero a tales maniobras significa, una traición al pueblos frenteamplista y una retrogradación política. Esta afirmación rotunda no contradice la indispensable búsqueda de todos los camino de unidad con los hombres del pueblo, blancos, colorados o sin definición partidista, reclamada por la hora. En este sentido, la declaración de 6 puntos del F.A. y el Partido Nacional fue un aporte fundamental a la lucha por una salida patriótica. Pero esos puntos programáticos promovidos en horas de la heroica huelga general deben transformarse en perspectiva combativa de todo el pueblo, en bandera efectiva de unidad que alinea a las masas populares en todo lugar, incluido todos los ciudadanos que no pertenecen al F.A. ni al Partido Nacional. Así se derrotarán las presiones derechistas que pretenden a transformarlo hoy en letra muerta. (...)

4. La clase obrera no debe claudicar de su auténtica política de principios respecto de las Fuerzas Armadas, tal como se postulara en tantas ocasiones respecto a los problemas uruguayos y latinoamericanos. Esta política, para ser de principios, se sitúa en dependencia de la contradicción fundamental que opone como polos antagónicos e irreconciliables: oligarquía y pueblo: no olvidar, por lo tanto, las contradicciones reales, latentes en las F.F.A.A., y que hoy se desarrollan en el seno de toda la sociedad uruguaya sin excepciones.

Esta concepción presidió la conducta del F.A. en febrero de 1973. Y ella es ajena a toda ilusión respecto al paternalismo militar como a todo “antimilitarismo vulgar” que –más allá de las clases e interese sociales- pretende dividir el país entre civiles y militares. (...)

Esta concepción -auténticamente revolucionaria- rechaza toda actitud de expectativa que paralice al pueblo a la espera de las peripecias del proceso militar. La clase obrera y el pueblo no delegan, ni delegaron nunca, su responsabilidad y desempeño histórico, social y político. Son protagonistas de la gran batalla y no mediatizadas comparsas de otras fuerzas, por otra parte no bien definidas en sus objetivos. Y esta línea independiente es la única manera positiva de colaborar con los militares patriotas y progresistas. (...)

Así se traduce una justa política ante las FF.AA. capaz de distinguir entre el gorila y el militar patriota, aún confuso o equivocado.

5. La lucha contra la dictadura es y debe ser una batalla multiforme de todo el pueblo. No sólo de la clase obrera y los sectores avanzados. Por lo tanto, en ella deberán integrarse todas las formas de la acción popular, de las inferiores a las superiores.

En esta múltiple acción de todo el pueblo, es menester forjar, en sectores cada vez más amplios, el ánimo y la voluntad de combatir en todo los terrenos. Por lo tanto, las ideas de “guardarse para mejor oportunidad” y otras formas de oportunismo que aparecen en ciertas zonas de la izquierda –propensas a aliarse con sectores de la burguesía antes que con la clase obrera- son simples coartadas para la desmovilización y la politiquería. Unión y lucha de todo el pueblo: he aquí la única y auténtica fórmula táctica en esta situación. (...)

La huelga general y la lucha popular

La huelga general que se mantuvo durante quince días –y se proyectó luego en cientos de acciones de resistencia en fábricas, bancos y lugares de trabajo- trastocó profundamente los planes de la reacción, impidió la consolidación de la dictadura. (...) Fue una experiencia de valor inapreciable para cientos de miles de trabajadores. Ella nos permite a todos mirar el futuro y las batallas que vendrán con mayor seguridad y confianza. Tal es el significado principal, histórico, de la huelga, que debe presidir toda apreciación o discusión en torno suyo para no viciarla ni desvirtuarla.

Semejante resultado fue posible porque la clase obrera derrochó heroísmo, firmeza, disciplina, conciencia de clase elevada al plano de una comprensión política profunda de los grandes temas nacionales que estaban en juego: el amor a la libertad, un hondo sentimiento patriótico, la convicción arraigada de que todo el pueblo debe estar firmemente unido para enfrentar a los únicos enemigos reales, la rosca y el imperialismo y quienes lo sirven, la necesidad de transformaciones radicales para solucionar la crisis nacional. Todos esos elementos estuvieron en la base del ejemplar comportamiento de los obreros durante la huelga, incluso en las condiciones más duras de la represión. Fueron los elementos profundamente acuñados en el curso de largos años de experiencia de luchas económicas y políticas de esclarecimiento ideológico, en que la vanguardia del proletariado orientada por el marxismo-leninismo, jugó un papel decisivo. (...)

Naturalmente semejante batalla no podía prolongarse indefinidamente. Los dirigentes sindicales y los trabajadores sabían, al desencadenarla, que en esta etapa no estaban fijados objetivos insurreccionales. Particularmente, la prolongación de la huelga de la clase obrera, sólo con el apoyo militante de algunos sectores avanzados, estaría condenada al fracaso sangriento. Esta lucha, por más que levantaba una bandera esperanzada para todo el pueblo, no estaba en condiciones de derribar la dictadura.

En tales circunstancias, luego de 15 días, cuando sectores del proletariado aspiraban a un retorno organizado al trabajo, la dirección sindical decidió el levantamiento de la huelga, en forma unilateral y en actitud independiente, atendiendo al objetivo principal: preservar las fuerzas combativas para las instancias ulteriores de la lucha. Fue un nuevo golpe asestado al enemigo y frustró sus esperanzas de desgastar y descabezar al movimiento. No está demás consignar que esta medida inteligente de la dirección sindical fue unánimemente compartida y apoyada por otras fuerzas combatientes, en particular, el Frente Amplio y la Federación de Estudiantes. Pese a la ilegalización, la CNT vive y vivirá dirigiendo los futuros combates de la invencible clase obrera uruguaya. La llama encendida por la huelga general ya no podrá apagarse más. (...)

La magna oleada de lucha y resistencia populares que tuvo como punto de partida y eje la huelga general, permite avizorar el futuro con confianza, sabiendo que, cualquiera que sea el precio que haya que pagar, la dictadura está condenada a la derrota. El pueblo vencerá, abriendo condiciones nuevas, propicias para las soluciones de fondo a los problemas que le atormentan y que determinan la actual infelicidad de nuestra patria. (...)

Todo trabajador, todo demócrata, todo patriota, debe volcar el máximo de sus esfuerzos y capacidades para crear las condiciones que permitan que triunfe una salida positiva. Esto no será automático ni fácil. Exigirá probablemente una lucha dura y prolongada, en el curso de la cual no puede excluirse que las fuerzas reaccionarias intenten detener el proceso con golpes desesperados, aún más de derecha que el que instauró la dictadura. Pero la perspectiva general del desarrollo de los acontecimientos es positiva, a condición de que se asiente en un gran combate y movilización populares.

La consigna férrea para todo el pueblo, tiene que ser: ¡Ni un día de tregua a la dictadura, abrumarla sin descanso con mil formas de lucha, golpearla duro con acciones de masas conjuntas en las acciones apropiadas, cumpliendo las decisiones correspondientes con firmeza y disciplina, ganar a las más amplias masas del pueblo y los más diversos sectores sociales y políticos para esta gran lucha por la libertad y el pan! No hay nadie que no pueda hacer algo, grande o pequeño, en aras de esta lucha; hasta al más modesto e inexperimentado hombre o mujer, joven o viejo, puede asignársele una tarea a cumplir, cada uno puede y debe desplegar la imaginación para contribuir a la causa del pueblo. (...)

En esta gran cruzada patriótica está reservado un lugar trascendental al Frente Amplio, el punto de encuentro de las fuerzas políticas más claras y avanzadas. Sin perjuicio de los más extensos acuerdos y alianzas que puedan concertarse para derribar la dictadura, la férrea unidad del Frente Amplio, su desarrollo y trabajo ahincado y constante en el seno del pueblo ahuyentando toda estrechez y sectarismo, son condiciones imprescindibles para la victoria y para ahorrar sacrificios y traspiés en su camino.

En estos días de prueba, cientos y cientos de orientales dan el paso al frente para incorporarse a la vanguardia política del proletariado y a las filas de la juventud. Es una prueba más de la justeza de nuestra causa y de nuestra orientación, así como del coraje y madurez del proletariado y el pueblo uruguayo. Como la clase obrera toda, la vanguardia no fallará. Fortalecer y engrandecer esta vanguardia, convertir a cada uno de sus miembros en un militante organizado, realizando una tarea, por modesta que ella pueda parecer, es una de las condiciones básicas de la victoria.

¡Adelante, hasta el triunfo del pueblo! ¡Que todo el país se convierta en un solo campo de lucha contra la dictadura y la rosca, por la libertad de Seregni y demás presos políticos y sindicales, por las reivindicaciones de los trabajadores, por los puntos de salida a la crisis nacional! ¡Unidad, unidad y más unidad por la libertad, el pan y la dignidad nacional!

Tomado de “La construcción de la unidad de la izquierda” Rodney Arismendi, Ediciones Fundación R. A.

Rodney Arismendi - NUEVOS PROBLEMAS DE AMÉRICA LATINA AL TRAMONTAR LOS OCHENTA Y EL PAPEL DE LA IZQUIERDA



ELECCIONES A LO LARGO

DE AMERICA LATINA


Las elecciones argentinas –y el triunfo de Menem largamente anunciado como en la novela de Garcia Márquez- jalonan un itinerario de consultas a llevar a cabo en Uruguay, Brasil y Perú. Se sumarán a las ya realizadas de Venezuela y México. En un rubro aparte pero parcela de este paisaje móvil, se inscriben la votación ambivalente de Paraguay luego de la caída de Stroessner, y el esperado desenlace positivo para la democracia del nuevo acto del drama chileno.

TRAS EL ANDE DESPUNTA OTRA VEZ EL SOL

En cuanto a la patria de Allende, Neruda y Recabarren, fibra ultrasensible del corazón latinoamericano, el desplazamiento de Pinochet será signo emblemático de este período de derrota de la “contra-ofensiva del imperialismo y el fascismo” que anunció Nicaragua. Implicará también una gravitación positiva en el paralelogramo de las fuerzas en favor de la democracia y las soberanías nacionales de los iberoamericanos. Caerá Pinochet, la más típica personificación de las dictaduras fascistas o de corte fascista, surgida de la caja de Pandora del imperialismo de EEUU.

Ellas pretendían revertir a sangre y fuego la onda que, desde Cuba, se fue derramando de norte a sur en los años sesenta, con variadas tonalidades políticas. Se recordará que entonces dijimos –en juicio que tuvo la suerte de la abundante repetición- que los tiranos y los regímenes entronizados en América del Sur no eran iguales –o simples “ricorsi”- a los tipificados por la gran narrativa. Tal “El otoño del patriarca” de García Márquez, “El recurso del método” de Carpentier o, más atrás, “El señor Presidente” de Asturias. Variaba el carácter de los regímenes por la modificación de las bases de clase –ahora el capital financiero y los monopolios llevan la batuta-, era muy otro el grado de desarrollo del capitalismo y había adquirido nueva calidad continental el proceso revolucionario que, con Cuba, evidenció la crisis de la política de dominación imperialista. Para la Casa Blanca y sus tentáculos del Pentágono y la CIA, este fascismo -eminentemente entreguista y de implementación militar (las fuerzas armadas debían cumplir la misión de partidos fascistas) era un simple ejecutor de la “guerra interna”. Para los latinoamericanos suponía el encuadre de la dependencia por regímenes terroristas que reestructuraban el Estado arrasando toda institución democrática, y que conducían la guerra contra la nación entera, de su nivel de vida a su cultura y mejores tradiciones. Eran tiranías de nuevo tipo, feroces, amorales en su sadismo, con cerebro de verdugos y alma de inquisidores. Pero política e históricamente eran frágiles, como en los ochenta se fue evidenciando. En pocos casos el fascismo se personificó en permanencia. En cierto sentido, Pinochet fue en Chile la excepción.

Por todo ello, la divisa acuñada por nuestro Partido, desde agosto de 1973: convergencia o concertación y unidad contra el fascismo para recuperar la democracia, fue ciertamente justa. Y sigue siéndolo como experiencia que jamás deberemos olvidar. Basada en la resistencia mantenida día a día pese a su inevitable costo en muerte, tortura y persecución, significó hacer converger a todos los que estaban en contra del fascismo, fue una obra nacional (patriótica y democrática). Estratégicamente era preciso tener conciencia de la dificultad de la empresa, mucho más en una América del Sur que en su mayor parte estaba políticamente enlutada. Pero ello no significó nunca desmontar, sino asegurar continuidad y protagonismo al Frente Amplio (la “unión”, en la gran proyección política), vértebra de la convergencia o concertación nacional, y construcción histórica del pueblo hacia el futuro. Se recordará que hubieron fuerzas que entendían desde la derecha, que la convergencia era una unidad más amplia pero sustitutiva del FA; otros, en la izquierda, pensaban que para afirmar el FA se debía prescindir o descuidar la urgencia de hacer converger hasta la última brizna de oposición o rechazo el fascismo.

Al salir de la cárcel (pero bastante antes, en meditada y madura epístola que conservo), Seregni, al promover la concertación par ultimar la dictadura y afirmar la democracia que nacería, resolvió de un tajo el nudo gordiano de la falsa oposición (metafísica o no dialéctica, diría Marx entre convergencia y concertación –un grado más alto- y la presencia organizada de la Izquierda. O sea del bloque de la clase obrera y las capas medias de la ciudad y el campo, con papel fundamental de la intelectualidad, en la victoria sobre el fascismo y en la reconquista, consolidación y profundización de la democracia.

En el caso de Chile, la Izquierda al dar apoyo a Patricio Alwin (candidato único frente al pinochetismo) está ofreciendo un ejemplo de sabiduría política y responsabilidad revolucionaria. Como se sabe, Frei y varios dirigentes de la democracia cristiana. Conspiraron con Pinochet contra Allende, y luego diéronle apoyo al golpe. Años después tuvimos en Roma ocasión de oír en un diálogo muy interesante, a Gabriel Valdez, condenar con rudeza esa circunstancia.

Adviértase: los más consecuentes, los más martirizados, heroicos e indomables, que incluso no hicieron asco cuando fue menester, a servirse de todos los medios de lucha contra la tiranía, ostentan aquí madurez política, democratismo auténtico y altura de miras, tan propios de los abanderados del porvenir.

La victoria sobre Pinochet en las elecciones es de gran significación continental. El triunfo del candidato único opositor no resolverá de un golpe ni con facilidad todos los problemas. Siquiera restaurará súbitamente todas las dimensiones de la democracia. Seguramente, los inicios de la post-tiranía serán muchos más difíciles que en Uruguay y Argentina. Pero no advertir su proyección -histórica, continental, chilena- sería propio de los que se extravían entre tres árboles –como ironizaba Lenin-.

Habrá que cuidar la democracia en pañales, ampliarla, profundizarla, explorar con sensatez pero sistemáticamente la reforma del Estado, la poda de la maleza fascista en la legislación y, en particular, la reubicación democratizadora de las fuerzas armadas, faena que ha estado y estará presente para todos, también para los uruguayos.

LOS “PROYECTOS DE PAIS” CONSERVADORES,

DEBILITAN LA DEMOCRACIA

En particular, se lo quiera o no, la realidad económica y social y la lucha de clases, situarán la disputa entre los proyectos de país que en este lustro han estado dirimiendo como telón de fondo, toda la dialéctica política de las rescatadas democracias. Justamente aquí se está señalando su vínculo íntimo, -empero no debemos verlo solo como identidad o calco de problemas- con la gran tarea de estabilizar y consolidar la democracia, es necesario caminar en ella hacia lo que hemos llamado una democracia avanzada. La contradicción es cada vez más dramática entre los llamados proyectos conservadores y la labor de consolidar la democracia.

De este dramatismo surgen los principales peligros para la estabilización.

Como lo evidenció la realidad argentina, puntuada por la asechanza fascista y los golpes de mano de los “cara pintada”; a los que se agregara la locura política escenificada en La Tablada.

También la matanza en Venezuela, que siguiera al triunfo arrollador de Carlos Andrés Pérez, y a su plan económico-social emanado de los organismos financieros internacionales. Carlos Andrés Pérez, ante la tragedia y los cadáveres apilados, culpó a la banca internacional y tras ella a EEUU y al dogal de la deuda externa, por la horrible ocurrencia. Las imposiciones fueron corrosivas para la democracia. Carlos Andrés decía verdad en su inculpación. Solo que descuidó referir que fueron sus manos y su “plan de choque” los que usó el imperialismo para el crimen.

De aquí derivan los mortales peligros para cada democracia y, específicamente, para el sitial de América Latina en el mundo; centralmente para el avance hacia una mayor independencia.

LA MARAÑA ARGENTINA Y EL TRIUNFO DE MENEM

Sobre un fondo parecido se están desarrollando elecciones en varios de nuestros países.

Para verificarlo conviene echar aquí una ojeada al caso argentino. Sin abstraer sus estridentes singularidades, existe una coincidencia con otros proyectos gubernamentales que conducen al callejón sin salida a los procesos de consolidación democrática.

El gobierno del Partido Radical –clásico partido “democrático” de un sector importante de la burguesía argentina- tendió, con oscilaciones y vaivenes, a gobernar dentro de la institucionalidad democrática. Dio apoyo o intervino en iniciativas mundiales por la paz y fue partícipe en América Latina de los Grupos de Contadora y Apoyo y de otros que trabaron la agresión de EEUU contra Nicaragua y delimitaron espacios de mayor autonomización en política exterior respecto al imperialismo.

Por primera vez en nuestra historia, reflejando la presión popular, se llevó a juicio y luego a la cárcel a los generales responsables del fascismo y de genocidio contra el pueblo argentino.

En el plano económico, financiero y económico-político, Alfonsín heredó las consecuencias del entreguismo a las trasnacionales, en especial bancarias, de los gobiernos militar-fascistas. Y osciló negativamente, en ministros y fórmulas, al clásico abismo de atarse al pago de la deuda externa ya las recetas llamadas “neoliberales”; más agudamente nefastas por los niveles de desarrollo capitalista de este país. Y también con mayores repercusiones sociales, por las mejores condiciones de vida de la población en parangón con la mayoría de América Latina. Este tobogán de deterioro económico y social culminó en vísperas electorales por un “crack” lindero en el caos, maniobrado por el City-Corp y el sistema de bancos y monopolios foráneos. Hubieron explosiones sociales y represiones sangrientas.

En estas coordenadas, Menem coronó su marcha triunfal.

Nacido candidato como alternativa peronista a Alfonsín y al radicalismo, Menem se forjó una imagen pintoresca y populista, con cierto tinte circense. Naturalmente, sin definiciones programáticas coherentes, y ninguna propuesta de cambio. Salvo ciertas expresiones mágicas y gesticulaciones de Mesías. Sus seguidores lo llaman “El ídolo”.

Menem logró la convergencia de votos de grandes masas obreras sindicalizadas bajo dirección peronista, de una añosa veta fascistizante que siempre reptó dentro del “justicialismo”, a lo que sumaron contradictoriamente sufragios de amigos de los “carapintadas” y de los “montoneros” que en su hora –en la virtud o en el error- se jugaron contra el fascismo. Para despistar más acerca de lo que sería Menem, partidos tradicionales de la izquierda –intransigentes, socialistas y otros- ayudaron a encumbrarlo tras el espejismo de barrer a Alfonsín. La elección fue así polarizada dentro de la conocida trampa del bipartidismo.

Triunfante, Menem siguió representando su papel de “ídolo”, con algo de “loco lindo”, como se dice por acá; pero dio tranquilidad a EEUU y entregó la conducción económica a hombres del trasnacional “trust” Bunge y Born, de nutrida foja delictuosa en la cuenca del Plata. Desafió así, incluso, la acusación de la Justicia de Venezuela a su nuevo Ministro de Economía, por tráfico ilegal de divisas.

El plan de los hombres de Bunge y Born, convertido en proyecto de gobierno, no es novedoso ni imaginativo. Es el “tratamiento de choque” ya padecido por varios países. De inmediato tropezó con parte de la dirección sindical, en particular con Ubaldini, a la que el gobierno hizo objeto de amenazas, y la jerarquía sindical de derecha, de abierta conspiración divisionista.

La historia se repite, es la de “nunca acabar”. Cabe abocetarla para extraer el carozo, es decir, la lección. El drama argentino, como en algunos otros lugares de América Latina, se resume y embreta por la falta de una gran opción nacional, democrática y popular, el bloque de alternativa de la clase obrera, las capas medias y la intelectualidad. El esfuerzo de la izquierda por echar cimientos de unidad, lo que le permitió mejorar algo en votos, es un proyecto en etapas iniciales de construcción, meritorio pero todavía incipiente; con la principal dificultad de que la poderosa clase obrera está sindicalizada pero hegemonizada por el peronismo. En este juicio no hay menos valorización del esfuerzo que se realiza ni subestimación de las rémoras dejadas por errores pasados. Es una comprobación aleccionadora para toda América Latina. Por tal razón nos referimos a ella. No es nuestra tarea y menos nuestro derecho abrir juicio sobre la actual experiencia; la observamos atentamente y con simpatía.

II

¿CAMBIARA, Y EN QUE DIRECCION,

LA GEOGRAFIA POLITICA DE AMERICA LATINA?

Sobre este fondo móvil y problematizado se están realizando, o se van a llevar a cabo, las elecciones en decisivos países.

Con mayor acuciosidad y dramatismo en unos que en otros; igualmente en todos, la contradicción que hemos referido, es convidado de piedra sentado a la mesa del acontecer político. Ennegrece el cielo de la estabilización democrática; estimula la reaparición de operaciones de derecha hasta promover en calidad de mascarán de proa a un buen escritor como Vargas Llosa, erigido en juglar del “neoliberalismo” y en trovero de las virtudes de la banca privada; incorpora a los nostálgicos a bloques de poder de centro-derecha y, sobre todo, abre las puertas a la manipulación de los sectores más agresivos del imperialismo de EEUU y a sus cálculos de remodificación de la geografía política al sur del Río Bravo.

WASHINGTON MASTICA PERO NO TRAGA LAS TENDENCIAS DOMINANTES ACTUALES DE LAS DEMOCRACIAS DE AMERICA LATINA

En las mismas manos de Washington se concentran la tramoya de explotación económica y financiera y las herramientas militares de dominación. Están, por un lado, el FMI, el Banco Mundial pero también el City Corp y la red de bancos que instrumentalizaron la deuda externa y, por otro, las superestructuras llamadas de seguridad, con su esquema, la coordinación y conferencias de ejércitos panamericanos que en los años 70 parturiaron el fascismo. Todo armado en la arquitectura política, diplomática y de manejo de los medios de comunicación, perfeccionada al extremo después de la gran guerra mundial antifascista. La dependencia como categoría –estudiada específicamente por Lenin con el ejemplo de América Latina- comprende todo esto y no solo la base económica que sin duda define la identidad del fenómeno del imperialismo.

La estrategia de EEUU es global y unida ante los “estados desunidos” de América Latina. Hoy diríamos insuficientemente unidos. Por lo mismo, es un encaramiento miope en la gran política latinoamericana, considerar como si fueran ejecutorías autónomas, la operación con la deuda o el comercio no equivalente, el juego político con cada país y la infiltración corruptora en las fuerzas armadas, la burocracia diplomática o en las “Media” y partidos.

Claro está, sería entupido creer que todo esto es un solo manejo rudimentario más o menos automático. Cada pieza se mueve según tácticas y movimientos específicos. Y nada se debe simplificar. Pero, grosso modo, se sitúan sobre el tablero en una sola estrategia los planes Baker o Brady (en los 60 la famosa Alianza para el Progreso) y la beligerancia sin tregua contra Cuba, la guerra de intervención en Nicaragua y el sostén al gobierno de El Salvador, la actual injerencia descocada en Panamá y la combinación en Colombia de los paramilitares y el narcotráfico en una carnicería de cuadros democráticos. La técnica para desplazar de a poquito a un Pinochet muy quemado (conservando el “esqueleto en el armario”) también es parte del juego. Y el corazón del Pentágono sangra en homenaje a su viejo y eficaz amigo. Y esta alma lastimada es también confidente. Los dos documentos de Santa Fe lo atestiguan. Cuando fuimos los primeros en América Latina en revelar y publicar comentado el primer documento, se nos dijo que era un papel más y no una vertebral directriz para la política latinoamericana de Reagan. El itinerario histórico patentizó lo contrario, y convalidó nuestro alerta. En este Santa Fe II –de los mismos autores- se asegura al Presidente Bush: se le sugiere la indicación de que estas “democracias son pasajeras y circunstanciales” y que EEUU debe centrar su esfuerzo corruptor en aquello que es permanente, que siempre queda mientras los gobiernos pasan( ): la maquinaria de la alta burocracia y sectores de las fuerzas armadas, donde hibernan los “hijos de perra bien nuestros”, como cariñosamente calificó el mejor de los Roosevelt al asesino de Sandino, fundador de la dinastía de los Somoza.

Tener en cuenta claramente los riesgos, no pensar en cursos idílicos y advertir todo lo que se juega el enemigo, no significa creer que el imperialismo puede moverse a su gusto en la compleja realidad actual. Y es absurdo subestimar –como hacen algunos que piensan en blanco y negro- la novedad y correlación de las fuerzas en esta América Latina. Se subestima así a los pueblos, a la nueva geografía política, y no se ven las aristas políticas y “esfumaturas” que subdividen a pesar de su unidad histórica como clase, a las burguesías de América Latina en sus hoy friccionadas relaciones con el imperialismo.

COINCIDENCIAS DE CUBA Y NICARAGUA

CON LAS DEMOCRACIAS DEL SUR

El análisis teórico y la previsión estratégica que emprendimos a raíz de la revolución cubana, fueron comprobados en lo grande por la praxis de toda una década, los años 60. Esta evidenció la dimensión histórica (una nueva era para el latinoamericano) y la proyección político-social (una revolución concretada en singularidades nacionales, en ritmos diferentes de desarrollo, temperaturas sociales de diverso nivel y, por lo tanto, exigente de métodos y maneras diferentes de hacer política) (1)

La historia de las relaciones con el imperialismo se había modificado después de Cuba y no se podía ya volver atrás.

Siguió, y lo vivimos como derrota, la contraofensiva del imperialismo y del fascismo que a tanto comefuego le extravió la perspectiva. Sin embargo, a poco más de un lustro del asesinato de Allende en La Moneda (confirmando lo que llamábamos trueno subterráneo, la tendencia profunda), en 1979, los gallos del alba trompetaron el despuntar del triunfo de una nueva revolución y el advenimiento de otro período histórico y político con la revolución sandinista.

Y se fue configurando luego el nacimiento de un nuevo mapa político en el continente.

Este se fue manifestando como pintado por una paleta de rico colorido. Permanecía y se engrandecía el papel latinoamericano de Cuba, con bandera socialista; una nueva revolución en Nicaragua –nacional, popular, democrática, grávida de direcciones al socialismo- se incorporó a la gran historia. El Pulgarcito salvadoreño empuñó su honda de David, y un poco más allá, Haití comenzó a reencontrarse con su mejor pasado, cuando escenificara la primer revolución de independencia. Desde principios de los ochenta, el bermellón de las democracias rescatadas fue embelleciendo los cielos de América del Sur. Argentina, Brasil, Uruguay… Con la importancia de que ahora están de este lado países de tan trabajoso curso como el coloso brasilero y la “civilizada” Argentina. Como dijera un día Marx, de su patria alemana, habían estado junto a la libertad solo el día de su entierro.

La multiplicidad de tonalidades de los nuevos regímenes no se contrapone en este nuevo momento a las revoluciones triunfantes. Se va conjugando en un territorio común, novedoso: la mayor autonomización respecto a EEUU, la defensa y consolidación de la democracia, y la pugna por la paz y el desarrollo. Centralmente contra la abrumadora deuda externa. La lucha por la autodeterminación y la resistencia a la intervención fueron puestos a prueba ante la agresión de EEUU a Nicaragua, cuestión definitoria para la soberanía nacional de cada latinoamericano. El observador atento podía considerar que no estaba en el candelero la confrontación entre “democracia burguesa” y “democracia proletaria” –como pensaron algunos amantes de los esquemas y como hubiera deseado el imperialismo.

Pasaron a evidenciarse coincidencias de Cuba y Nicaragua con las rescatadas democracias, con vistas a oponerse a las intervenciones imperialistas y hasta a insertarse juntas en el plano internacional contra la impagable deuda externa y a favor de la paz y por el nuevo orden económico a efectos de encarar los problemas globales.

En el plano interior, es preciso enfrentar la crisis estructural y abordar soluciones al subdesarrollo y la mala calidad de la gente.

La cuestión de la democracia –problema político interno- se convirtió cada vez más en tema latinoamericano. El retorno del fascismo, o la reinstauración de las derechas entreguistas y antipopulares, tenderá a la servilización al imperialismo y a la ruptura de un potencial frente latinoamericano.

UNA RESOLUCION TRASCENDENTAL:

LA DESMOVILIZACION DE LA “CONTRA”

Cuando escribimos estos párrafos, se están difundiendo las noticias de la nueva reunión de presidentes centroamericanos que reitera acuerdos y medidas para desmovilizar la militarmente derrotada “contra” –acampada en Honduras, sobre la frontera nicaragüense. Pese a todas las presiones de EEUU que seguramente continuarán, asistimos a una gran victoria diplomática y política de la revolución sandinista y de América Latina. Casi simultáneamente la firmeza patriótica de Panamá y el rechazo de la OEA a la intervención ante las provocaciones militares de EEUU y sus ensayos de invasión, advierten acerca de la mayor movilidad patriótica de gobiernos del continente. Incluso, a pesar de las oscilaciones en retroceso que al comienzo aquejaron al “Grupo de los Siete” en la cuestión panameña. No vamos a repetir lo que hemos venido diciendo –en informes, artículos y conferencias- al hablar de Contadora, Esquipulas, etc. Lo que hemos llamado un mayor espacio de autonomización en política exterior respecto a EEUU se sigue señalando. Por esto también, Washington especializó –véase el Plan Brady- su método de negociación país a país ya que le horripila la idea de un bloque latinoamericano cuyas semillas se siguen sembrando desde el SELA a Contadora y las actuales reuniones.

No debemos olvidar que se acumulan factores: las revoluciones que rompieron la dependencia (Cuba y Nicaragua), la probada invencibilidad de la gesta salvadoreña, la experiencia a escala continental del fascismo, las acciones de la clase obrera y los pueblos, pero también muy específicamente, la vida institucional democrática y el ejercicio de las libertades, en donde se vigorizan las opciones de izquierda, suman vectores conformadores de esta nueva situación.

(Desde otro miraje, también es un triunfo de la perestroika por su modificación de los datos de la realidad internacional)

Sería simplista identificar totalmente la política foránea y las formas políticas institucionales internas. Podríamos resbalar al mismo error teórico –al revés- de los que subestiman la política exterior de gobiernos latinoamericanos porque la conducción económica digitada por el FMI y el Banco Mundial, “neoliberal” y “neomodernizadora”, nos embreta en la dependencia y es nociva para estabilizar la democracia.

Sin embargo, hoy es básicamente verdad que la consolidación de la democracia se conecta muy directamente con las tendencias a un perfil más soberano de nuestros países; uno a uno, pero mucho más decididamente cuando converge el complejo latinoamericano y del Caribe y concreta sus posiciones.

RETORNO Y RETOÑAR DEL LATINOAMERICANISMO

El latinoamericanismo enclava honda raigambre en nuestra historia. Los más grandes libertadores –y los más avanzados-, desde Bolívar a Artigas lo pensaron y soñaron. Tuvo sus variaciones, su historicismo, diríamos; pero se reanimó como un rescoldo que vuelve a llamear, cuando el soplo de la revolución cubana golpeó a las puertas. Desde entonces está en escena. Nadie cree en el panamericanismo, siquiera los intelectuales con librea que abanican el cadáver para que no huela demasiado.

El latinoamericanismo se desvistió de la retórica utópica aunque respetable, del tiempo de Manuel Ugarte y Palacios, incluso de Ingenieros y los reformistas universitarios que ya comenzaban a descubrir sus nexos con el antiimperialismo. Y empezó a adquirir otra carne y otro huesos con las revoluciones triunfantes en Cuba y Nicaragua y la evocación reactualizada de Martí y Sandino. La idea de la patria grande –que no colide con la forja histórica de otras naciones- se va integrando en la conciencia de obreros, estudiantes e intelectuales que no conciben el sueño de la “segunda guerra de independencia” –valga la imagen martiana tan evocadora. Pero también en un campo más ancho. Se tornó acuciosa la necesidad de nuestras patrias de enfrentar juntas al coloso del Norte, de moverse unidas en un mundo cada vez más interdependiente, en donde desarrollo y soberanía significan inseparablemente contribuir a la paz mundial.

En esta descomunal perspectiva de un mundo sin guerras –que soñó Lenin y que hoy procura modelar Gorbachov- la tendencia y posibilidad de un accionar común –como bloque o coordinación- de los latinoamericanos, son altamente positivas. La democracia –sin hablar de sus valores universales humanos- es la mejor ruta política para la amplia congregación de nuestros pueblos. Ahora estamos hablando de espacios de debilitamiento y quebrantamiento de la dependencia. Cuando razonamos así no pensamos abandonar nuestra idea vital de que la liberación, es decir, tronchar definitivamente las cadenas de la dependencia, es nuestro gran objetivo. Nos sentimos consustanciados con los pueblos de América Latina y el mundo que han materializado su liberación nacional y social, que asaltaron el cielo –valga la expresión de Marx dedicada a la Comuna de París. Pero estas metas luminosas no contradicen ni son obstáculos para reivindicar la democracia y la liberación nacional, incluso en cada etapa y hasta cada metro de camino a adelantar. Por el contrario, iluminan la ruta.

Hemos dicho muchas veces, cuando postulamos la consolidación y el avance en democracia, jalón estratégico de esta hora latinoamericana, que ninguna persona seria puede asegurar que en éste y otro lugar de nuestro continente en crisis, nuevas revoluciones democrático-liberadoras o socialistas no puedan emerger en una determinada coyuntura. Pero la consolidación y defensa de la democracia y su profundización se nos aparece como faena central en este momento y en este final del siglo XX.

Inclusive para llegar a conquistar y construir un día una sociedad socialista.

LENIN TAMBIEN HABLO DEL AVANCE EN DEMOCRACIA

Cuando postulamos consolidar la democracia se nos argumenta infantilmente que estabilizar estas democracias emergidas de las caídas del fascismo, es consolidar el capitalismo; confunden las formas institucionales políticas con las relaciones económico-sociales derivadas de la posesión de los medios de producción. O estrechando todavía más el razonamiento, dicen que queremos conservar las mutilaciones de la democracia. ¡Por favor!

Cualquiera que vea un poco más allá de su nariz, puede entender que hablamos de afirmar y ampliar las instituciones que permitan el ejercicio por la clase obrera y el pueblo de las libertades, que facultan el derecho al desarrollo de las luchas reivindicativas obreras y populares, a la inserción contradictoria de las fuerzas avanzadas en todos los ámbitos de la sociedad. Se trata también del uso del sufragio universal con vistas al cambio, para convertirlo –como escribió Engels- de instrumento de engaño en herramienta de liberación (2). Incluimos básicamente la pugna en todos los campos contra el capitalismo, el imperialismo y por el socialismo. Además, en nuestro proyecto de socialismo se integran los valores universales de la democracia.

En “El Estado y la revolución”, quizá su principal libro polémico a favor de la superioridad de la democracia socialista y de las más consagradas fórmulas de Marx al respecto, Lenin nos legó un concepto que otras veces he citado y que es necesario seguir meditando:

“El desarrollo de la democracia hasta sus últimas consecuencias, la indagación de las formas de este desarrollo, su comprobación en “la práctica”, etc; todo esto forma parte integral de la lucha por la revolución social. Por separado, ningún democratismo da como resultado el socialismo, pero en la práctica, el democratismo no se toma nunca “por separado” sino que se toma siempre “en bloque”, influyendo también sobre la economía, acelerando su transformación y cayendo el mismo bajo la influencia del desarrollo económico, etc. Tal es la dialéctica de la historia viva”.

Esta reflexión de Lenin es muy profunda. Nos sirvió de inspiración cuando allá por fines de los años 60, y ya a la vista el acontecimiento histórico del nacimiento del Frente Amplio, comenzamos a concretar más la elaboración de la categoría “democracia avanzada”, que ya habíamos comenzado a manejar en nuestros congresos. O sea: la “democracia avanzada” como una fase del desarrollo social y económico deriva de la profundización de la democracia; vía de aproximación peculiar que nos se identifica exactamente con el concepto de “gobierno democrático de liberación nacional”, es una transformación económica, social y política y una singular correlación de fuerzas que permite y facilita la “indagación de las formas” y la “comprobación en la práctica” de ese “desarrollo de la democracia hasta sus últimas consecuencias”.

Estas últimas consecuencias debemos entenderlas como un avance hacia las fronteras marcadas por las reivindicaciones democrático-radicales, o sea aquellas que la burguesía no quiere y no puede ya realizar. Por ejemplo, una reforma agraria radical, la nacionalización de los bancos y grupos económicos; la nacionalización plena de los monopolios imperialistas; el contralor a fondo del comercio exterior; el apoyo a las formas múltiples de cooperación y cooperativización en el campo pero también en la ciudad; el control obrero, etc. Desde luego, estas enumeraciones no son taxativas.

En inseparable paralelismo, supone remodelar las instituciones políticas y el propio Estado, en esta ruta de profundización democrática, a través de reformas cuya hondura se medirá según el grado de participacionismo de la clase obrera y el pueblo, de su protagonismo de masas. Esto promoverá la autogestión popular, en particular en los organismos vinculados a las instituciones sociales y de salud pública, y una reforma intelectual y moral, a partir de la coordinación y optimizaciones en contenido y método, de la enseñanza y del perfeccionamiento del co-gobierno.

Estas reivindicaciones son teóricamente posibles sin salirse de la sociedad burguesa. Pero conducen al cuestionamiento de la sociedad capitalista y apuntan en lo inmediato al socialismo. Llegar hasta estas fronteras no supone un solo acto súbito sino un desarrollo. Su ritmo es una cuestión política y metodológica, en dependencia de las correlaciones de fuerzas y de la conciencia de las masas. Por lo tanto supone la existencia de un gran bloque transformador, democrático-radical y popular (en América Latina, siempre antiimperialista) o sea el agrupamiento o frente de la clase obrera, los agricultores y ganaderos pequeños y medianos, de las capas medias urbanas en su conjunto, la intelectualidad como masa, con un desempeño primordial de la clase obrera. Y de un gran Partido de los trabajadores, que sea una fuerza política real.

Lenin habla del desarrollo de la democracia (es decir, alude a un proceso histórico-social, económico, político, ideológico, cultural) que transcurre y se desenvuelve en el interior de la democracia. Con esta óptica pensamos al inaugurarse los años 70, el FA y en función de ella elaboramos las categorías de consolidar la democracia y avanzar en democracia sobre las cuales se asienta la estrategia y la táctica del Partido –pormenorizadamente- desde los Comités Centrales de 1983 y 1984, continuados por la Conferencia Nacional de 1985 y el XXI Congreso.

Nos parece que ellas corresponden en lo sustancial al momento de América Latina. Y son una clave de las definiciones electorales actuales.

III

TAREA CARDINAL DE LA HORA LATINOAMERICANA: CREAR Y DESARROLLAR LAS OPCIONES PATRIOTICAS, DEMOCRATICAS, POPULARES

En el debate del CC y luego en el informe aprobado por el XXI Congreso (“Perestroika, América Latina y la renovación del movimiento comunista internacional”) indicamos como tarea central la construcción en la etapa actual del continente, de opciones patrióticas, democráticas y populares. O sea, la fuerza social y política capaz de instrumentar el avance nacional y en democracia. En las actuales elecciones a que venimos refiriéndonos esto aparece evidente. La práctica de tales opciones ya son experiencia importante en varios países, o idea de construcción política en otros. De su triunfo –incluso del poderío de su presencia- está cada vez más dependiendo no solo el avance sino también la consolidación democrática. En nuestra concepción ambos términos de la contradicción (consolidación y avance) se enlazan y se condicionan. Aunque en principio la consolidación de la democracia es un concepto movilizador mucho más amplio que el marco de la Izquierda, ésta tiene que considerarla porción inalienable de su estrategia y su táctica.

Ya las elecciones de México y Brasil demostraron que al Frente Amplio y a la Izquierda Unida de Perú –los frentes entonces de mayor proyección como fuerzas políticas reales- se sumaban vigorosos los partidos y frentes que en Brasil ganaban el gobierno de grandes ciudades y anunciaban la posibilidad de un poderoso conglomerado de cara al gobierno nacional. Los resultados en México advirtieron de la fertilidad de la unión en torno a Cárdenas. La reconstrucción en Chile de la unidad de izquierda anuncia –al parecer- otra caudalosa vertiente, en este país precursor en América Latina de las unidades populares. Otras formaciones –nombro solo la Unión Patriótica de Colombia para no incurrir en omisión- combaten ya en la nueva realidad continental o han construido sus núcleos iniciales. Por aquí camina la esperanza.

Esta realidad y perspectiva la advierten Washington y también sectores de la derecha de la internacional demócrata cristiana y de la socialdemocracia.

¿Cómo dividir y frustrar estas opciones de cambio profundo? ¿Cómo manejarse con el juego engañador del bipartidismo?

¿Cómo admitir en la escena de la política real solo a aquellas fuerzas que se integran al sistema?

Estos interrogantes están formulados también por las clases dominantes.

El mañoso curso tendiente a dividir el FA en Uruguay, es aleccionador. Como es verificable la fertilidad inmensa de la unidad en la misma experiencia del FA que sigue su marcha iluminadora y cargada de porvenir.

Las elecciones sucesivas en América Latina medirán el ritmo de avance de los años ochenta. Un capítulo importante son las elecciones uruguayas.

NOTAS

(1) A veces no se otorga bastante atención, como si fuera una expresión casual, a la advertencia que el Che Guevara formuló a los uruguayos desde la Universidad de la República, recomendándonos cuidar la democracia todavía imperante, en medio de una tumultuosa situación política.

(2) Introducción a “Las luchas de clase en Francia” de Carlos Marx.

Artículo tomado de Revista ESTUDIOS 104 – SETIEMBRE/1989

Publicado acorde al original.